miércoles, 11 de septiembre de 2013

Juanantonio




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Esa mañana madrugamos y bajo el olor fresco de
las frondas esperamos con emoción el momento en
el cual abrieran las puertas de la escuela. Decenas
de niños -pájaros bulliciosos en medio de la calle-
tallaban la vida. De pronto, cuando pasamos al lado
suyo, un chiflido aterrador de pájaros perversos hiere
mis oídos. Todos señalan mis pies, se burlan. Volteo
a mirar los pies de ellos y encuentro que los chicos
tienen botas de tela que amarran con cordones arriba
del tobillo; miro mis zapatos y comprendo la razón de
la rechifla, mis tenis no se amarran, su empeine solo
llega hasta el borde del tobillo, para ellos son zapatos
de niñitas. Mi hermano gemelo no se inmuta, pero yo
siento la jauría sobre mí. 
Allí comenzó la ordalía. Ese fue el día de mi bautismo 
social. Tenía siete años.
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