lunes, 2 de noviembre de 2009

Tempo




Tempo


Siempre me ha intrigado ese asunto del tiempo, a pesar de que soy una niña. Esa historia de un señor peludo llamado Einstein, me inquieta, aunque poco entiendo todas esas palabras raras, pero dentro de mí hay una fuerza que no puedo explicar, dice mi mamá que eso se llama intuición. El otro día encontré en la biblioteca un libro de un señor que está inmóvil, su cerebro es lo único que se mueve, y desde allí produce todas esas investigaciones, me asombró que el libro se llamara La Historia del Tiempo, yo creí que se trataba de historias fantásticas acerca del tiempo, y sí que son fantásticas, todo ese cuento del big-bang y los agujeros negros, y eso de que el universo respira, qué sucedería si dejara de respirar, me pregunto, o si se resfriara y estornudara, ¿a dónde iríamos a parar nosotros?.
Pienso que cuando crezca, entenderé mejor al señor Hawking. Antes creía que el tiempo era el día y la noche, no comprendía cuando mi mamá me decía: Clarita, no pierdas el tiempo, o cuando muy agitada rezongaba que no le alcanzaba el tiempo y menos aquello de que el tiempo es oro, entonces pensaba orgullosa que de mis orejas pendía un pedacito de tiempo.
Más asombrada estuve cuando en mis cumpleaños el tío Humberto me regaló un libro llamado Momo, eso de los hombres grises que se roban el tiempo de las personas es terrible, todavía tengo la duda si el tiempo es una cosa que se puede tomar entre las manos, o guardar entre una bolsa, o en una cajita llamada reloj, o si el tiempo es esa noche llena de puntos luminosos, o esos viajes que hacen los señores astronautas en grandes cohetes.
A veces pienso que el tiempo es la distancia que hay entre mi casa y el colegio o que el tiempo está encerrado entre la concha de una tortuga o en las espirales de un caracol. Pues resulta que hace algunos días descubrí que cuando abro el cajón de mi armario salen de allí uno enanitos,- los mismos de Blancanieves eso dicen ellos-. Me han confesado que se salen del cuento por entre una arruga de la última página y saltan al cajón de mi armario. Me late que esto tiene que ver de alguna forma con ese asunto del tiempo.
¿Ustedes saben algo?

Minificción de Nana Rodríguez.
Fotografía de Jaime Rodríguez

lunes, 28 de septiembre de 2009

La liebre en la luna, de Germán Espinosa


LA LIEBRE EN LA LUNA, DE GERMÁN ESPINOSA
Gabriel Arturo Castro


“La página escrita abre caminos entre cielo y tierra”.
José Lezama Lima

Tal como lo afirmara Julieta Campos, entre el infierno de la soledad creadora (el silencio) y el paraíso de la comunidad de sentido (el diálogo) se inscribe la creación ensayística de Germán Espinosa. Desde la libertad de interpretación que sugiere la palabra ensayo, esta “pequeñez trabajosa”, como lo llamaría el mismo Espinosa, La liebre en la Luna recoge textos publicados de 1968 a 1988, una apretada compilación, el cual “refleja algunas de las preocupaciones que me animaron en esos años, menos enjundiosos que vitales. Y, sobre todo, el difícil andar de un literato en el ámbito equívoco de una sociedad dispuesta más a mirarlo con indiferencia o con altanería que a rechazarlo con absoluta franqueza”, en palabras del autor, quien subraya que a través de los años se movió, como casi todos los verdaderos escritores, en un medio cada vez más hostil a la literatura, a la poesía, al arte en suma.
Liliana Weinberg nos recuerda las palabras que el precursor del ensayo, Michel de Montaigne, abre su famoso libro: “He aquí un libro de buena fe, lector”, una advertencia que ha transitado sobre los buenos y verdaderos ensayistas como Johanathan Swift, Daniel Defoe, Óscar Wilde, Azorín, Emerson, Ortega y Gasset, Unamuno, Charles Du Boss, Alfonso Reyes, Borges, Lezama, Octavio Paz, Baldomero Sanín Cano, Alías Canetti, Pedro Henríquez Ureña, y entre los que hay que agregar por justicia y virtud el nombre de Germán Espinosa, quien le confirió al género su sello propio y su particular carácter estético. Porque un gran ensayista debe ser un gran escritor. Procura sondear las opiniones y juicios existentes, más los suyos propios, y sabe, además, expresarlos a través de un lenguaje, lenguaje alejado de la pedantería, de la vanidad intelectual, típico de eruditos y especialistas de la falsa genialidad, pero también lejos de lo populista, de la jerga, de la normatividad, la grandielocuencia y de la altisonancia. Tal como lo expresara Jaime Alberto Vélez: “El ensayista ilumina los temas para revelar una parte de la condición humana, bastión del humanismo, el más humano de los géneros. Rechaza por lo tanto todo espíritu dogmático y arrogante, convencido de que la naturaleza aparece más llena de dudas y de sombras que de certezas deslumbrantes”. A lo cual Espinosa argumentaría en contravía de quienes aún insisten en presentar al ensayo como “una estrategia discursiva para exponer ideas en forma sistemática”: “En los tiempos que corren, abundan en el ámbito académico los teóricos que, intrincando sin saberlo el apremio de las exigencias populares, piden a la literatura, no ya convertirse en medio de propaganda política o en mero sofisma de distracción, sino o bien en campo de experimentación pura o bien en frío instrumento de análisis”. Así no son ensayos los escritos rígidos, severos, producto de una fórmula de análisis, de teorías preconcebidas, deportes terminológicos, producto de métodos obtusos, formas del tedio y de lenguajes fatigados.
No olvidemos que ensayo viene del latín “exagium”, que significa “pesar en la balanza”, pesar y examinar, ponderar, confrontar, hacer contrapeso. El ensayista hace la diferencia en la balanza.
Por lo tanto, el compendio de La liebre en la luna es el resultado de ese discurrir, “lento en el instante de vivirlo, raudo y torrencial en el de memorarlo”. El título lo explica Germán Espinosa al final del ensayo El espécimen literario: rudimento, germinación, viacrucis:

Narra una leyenda hindú que hace miles de años, cuando nuestro señor Gautama pertenecía todavía al reino animal, y a pesar de no haber sido designado aún como Budisatva, encarnado en liebre seguía escrupulosamente los preceptos de la ley moral. Un día de luna llena, Sekra, regente de los espíritus superiores de la naturaleza, decidió visitar a los animales para probar sus virtudes. Tomando forma corpórea, acudió a sus guaridas y les imploró proporcionarle algún alimento con qué mitigar el hambre. La nutria le dio cinco pececillos; el chacal leche cuajada, manteca derretida y arroz. Pero al llegar donde la liebre, encarnación de Buda, ésta le ofreció su propio cuerpo para que con él, cocinado en el fuego, se reconfortase. Sekra se dio a conocer entonces en todo su esplendor y dijo a la liebre que los dioses se habían conmovido ante su generosidad y valor. Acto seguido, adquirió forma de gigante, deshizo con el torso de la mano la cumbre de una montaña y con la masa arrancada manchó la pálida faz de la luna que, en aquel instante, aparecía en el horizonte. Quiero, declaró, que los pueblos de hoy y los que han de venir reconozcan la forma de una liebre en esta señal y que, evocando su historia, recuerden asimismo que aquél que desea dar, debe darlo todo.
Siempre he creído, continúa Espinosa, hallar en esta leyenda una especie de parábola del artista creador. Inscrito en un medio que ni lo comprende ni desea comprenderlo ni mucho menos hacerle justicia, produce en forma incesante su arte, sin atender al éxito que pueda llegar alcanzar o aun al que haya alcanzado, siempre con sacrificio de su propia vida. La mía no es, ni con mucho, epítome de la suya. Soy sólo uno de tantos, y no me ha sorprendido saber que no me cuento entre los mejores. Si he querido evocar, pues, la leyenda indostánica en la cual los veo reflejados, es porque en verdad quisiera haberme parecido un poco a ellos, a los no convencionales, a los no oficiales, a los auténticos, y hallarme todo lo alejado que se pueda de los muchos que, por artes de simulación, pretenden parecérseles y usurpar su lugar sin renunciar, como la liebre, a sí mismos en aras del llamado sagrado o, en suma, sin darlo todo. En últimas, quiero que el signo de Sekra sirva para recordar que, en ningún tiempo, el arte ha sido llamado a constituirse ni en un sistema establecido ni en una forma de comercio, como algunos intentan hacerlo creer. Que cuando alguien pronuncie ese lugar común de nuestros días, según el cual una obra artística debe ser discurrida y lanzada al mercado con los mismos fines de lucro que una marca de jabón o pasta dentífrica, miremos la señal en rostro de la luna y sonriamos para nuestros adentros, seguros que la parábola hindú encierra una verdad más profunda.

Ahora bien, iniciemos por la concepción que tiene Espinosa del género del ensayo. Le interesa la extensión según la necesidad de expresión, el tono de pesquisa, rebelde a toda afirmación categórica, una entonación dubitativa y jamás absoluta. No olvidemos que ciertas novelas de Espinosa como El signo del pez o La tejedora de coronas le han conferido el atributo de ser “ensayos novelados”. El autor manifiesta que sus ensayos fueron impulsados por acontecimientos: el fallecimiento de escritores, aniversarios, la invitación a coloquios con temas determinados, el pedido de algún texto por parte de una revista literaria, el ofrecimiento de conferencias, lo que constituyó poco a poco una exploración de ideas fundamentales, preocupaciones intelectuales y espirituales congregadas en el libro mencionado, tales como la génesis y la evolución del arte de fabular; el ocioso trabajo de escribir; el trabajo del intelectual; reflexiones sobre literatura histórica; la ciudad reinventada; las relaciones entre literatura, periodismo y masificación; la novela de cara al siglo XXI; la alianza difícil entre literatura y sociedad; la obra de Alexander Pushkin; Baudelaire; el Modernismo y su apertura de Latinoamérica a lo universal; la soledad de Antonio Machado; la estampa de León de Greiff; el compromiso de Jorge Zalamea; la vigencia o caducidad del vanguardismo; el recuerdo de Tristan Tzara; la memoria de César Vallejo; la raíz expresionista de Juan Rulfo; escritores como Manuel Mujica Lainez, Ernesto Sábato, Manuel Zapata Olivella; la relación entre ciencia, filosofía y literatura; el fracaso de la utopía de Bacon; y finalmente la senda emancipadora del sabio Mutis.
Desde la particularidad del ensayo, Espinosa pertenece a esa estirpe de verdaderos portadores del género, quienes ven al ensayo como el estado adulto de la palabra, la madurez del pensamiento, porque lo perdurable de su decir no reside tanto en lo que se dice, como en el punto de vista y en el tono que se asume para decirlo. El modo personal de ver el mundo es la base o el punto de partida, condición primordial. Mundo fabuloso el de Espinosa, porque todo en su obra es pletórico, orgiástico, exuberante, gracias a que hay detrás una afortunada riqueza de alusiones, juegos, asociaciones, de universos convocados por las referencias subyacentes, que hacen del camino difícil, exigente, riguroso, una incesante fragua de elaboración disciplinada, consciente, deliberada y minuciosa. Nuestro autor multiplica la riqueza y los detalles para prestar al conjunto el aspecto de magnificencia, de asombrosa creación. Es un universo sensorial, de actos de psicología, mitología, leyendas, simbología, religiosidad recóndita, política, historia de la literatura, historia del arte, imaginación activa que se vuelca hacia distintos mundos geográficos y temporales en busca de materiales que sirvan de elementos de comparación, de refuerzo y de apoyo a su universo. Una erudición a la cual Espinosa le confiere su propia personalidad, donde la expansión del lenguaje de compleja jerarquía se hace presente: organiza una visión de mundos cuyos términos son una simbiosis de culturas, una síntesis de concepciones. La realidad es conquistada por el verbo colmado de saberes formales, intuiciones, apetito verbal, imaginación, digresiones, curiosidad, hondura filosófica, drama, tensión en el idioma, riqueza autobiográfica, libertad de lenguaje, libertad ideológica y elaboración estética.
Volvamos al libro que nos ocupa. En primera instancia vemos dos cualidades intrínsecas en la ensayística de Espinosa, verificadas en La liebre en la luna.
Despliegue del espíritu crítico: Toda obra, desde su génesis, si es artística, concibe la realidad de una manera crítica, en el sentido que descubre sus contradicciones, sus conflictos para generar tensión, una pulsión propia. A su vez supone una profundización de la escritura sin quitarle el placer, extendiéndola y cualificándola desde la sugerencia, la reflexión y la intensidad. Sabemos del rigor intelectual y estilístico de Germán Espinosa, su tarea de acopio, exploración, registro, lectura, constatación, comprensión e interpretación, los cuales convergen en un juicio valorativo que entrecruza operaciones estéticas y conocimientos teóricos y pragmáticos aportados por las disciplinas de la que fue leal lector: la historia del arte y de la cultura, la filosofía, la mitología, la literatura universal, latinoamericana y colombiana, la historia, entre otras. Su actitud crítica estaba amparada en la articulación de su vasta cultura general, su formación humanística y cultura literaria. De allí proviene su curiosidad, su afecto por todas las cosas de la creación humana, gracias también a su exigente formación autodidacta pero de propensión universal, pese, lo advierte Espinosa, “a que en mi país prevalece, por estos aciagos días, un ánimo nacionalista, ávido de auspiciar una desvinculación casi radical con el resto del mundo”. Y porque tal vez, como lo afirma Liliana Weinberg: “Nuestra propia época, amenazada una vez más por fanatismos y provincianismos de diversa especie, entre el aislamiento y la necesidad de imaginar nuevas síntesis incluyentes, necesita recuperar la confianza en la posibilidad de recrear significados compartidos”.
Entonces en cada uno de sus ensayos manifiesta su percepción crítica al cuestionar la razón insatisfecha del hombre moderno, “ese Fausto que no cree en la existencia del diablo y quiere precipitarse en los consuelos demoníacos de la fantasía”. O al exclamar que los pensamientos proclamados revolucionarios no debieran empeñarse en la consagración de dogmas inamovibles; la reivindicación de la marginalidad como algo constitutivo del arte, en yuxtaposición al inimaginable arte conformista que caracteriza lo oficial; la defensa de ese doble carácter histórico y ahistórico de la literatura; la crítica al mal periodismo que es incapaz de aportar los suficientes elementos de juicio para suscitar en los lectores juicios de valor; la misión de la novela actual en el desciframiento de la torturada conciencia del hombre de nuestros tiempos, “la pugna entre técnica y saber, el embrujamiento de la masificación, el divorcio entre la industria humana y la naturaleza”; la tajante afirmación que “el arte se halla ligado a la vida y al espíritu, no al alma de los tiempos” y su contravía, es decir la demagogia literaria, la cultura oficial, el panfleto, el arte popular; el papel del Modernismo, cuando por fin Latinoamérica se abrió a lo universal y frente a “al subdesarrollo mental español, Hispanoamérica tomó conciencia de la urgencia de integrarse al mundo, de participar plenamente en sus destinos y en sus evoluciones”; la polémica sobre la dependencia o independencia de los movimientos culturales latinoamericanos con relación a los europeos, la pérdida de las artes de su valor para un público colmado de artimañas políticas, religiosas y artísticas; la defensa de la armonía entre la ciencia, la filosofía y la literatura y su mutua defensa de la intuición del escritor, los unos, y los otros la contaminación metodológica y racionalista; el paisaje desolador de la ciencia a partir de la demente bomba de Hiroshima, lo cual hace necesario “producir, consumir y vivir de otra manera”, entre otros tantos ejemplos de su percepción interrogante y crítica. De acuerdo, cada ensayo de La liebre en la luna, posee una manera ágil, fluyente, abierta y espontánea de la expresión. Leamos un ejemplo de su apartado Literatura, periodismo y masificación:

En la medida en que las burguesías modernas, afincadas en el poder sobre bases mayoritarias, comprendieron cómo las mayorías eran susceptibles de ser manipuladas mediante procedimientos de propaganda masiva, el periodismo devino el manipulador por excelencia. Su implantación como negocio y no como expediente formativo, llevó aparejada una intención política: la masificación, consistente en uniformar el pensamiento de las mayorías al más bajo nivel posible, con lo cual se conseguía la doble meta de halagarlas más fácilmente desde el punto de vista comercial y de hacer más expedita su manipulación desde el punto de vista ideológico.

La tarea del ensayista, de esta manera, es eminentemente escéptica, al poner en duda todo. Theodor Adorno expresó que el ensayo refleja lo amado y lo odiado en vez de presentar el espíritu, según el modelo de una ilimitada moral del trabajo, como creación de la nada. Fernando Savater, asegura que el ensayista, contrario al dogmático, sobrepasa a la autoridad y la creencia, porque “el ensayo es un género particularmente apto para la divagación y la crítica, es decir, para perderse en los temas y para denunciar que otros se han perdido, creyéndose mantenerse en el camino conveniente.
Más que la prueba, la demostración y el análisis, a Germán Espinosa le interesa la duda, desmitificar un sistema de creencias impuestas, es decir, la confrontación de mitologías arraigadas y asumidas desde tiempo atrás. Se trata de cuestionar todo posible engaño, ilusión y absoluta certidumbre, lo irrefutable en apariencia. A propósito un fragmento breve de su ensayo El fracaso de la utopía de Bacon:

Volvemos, por tanto a la idea de Weber: es la sociedad la que determina la buena o mala utilización de la ciencia. Pero la sociedad está, a su vez, determinada por los sistemas de propaganda masiva, por la estructura que se le dio de siglos atrás y los propósitos que, por razones económicas o políticas, guíen a sus dirigentes. Mchulan sentencia: “Cualquiera que piense que la tecnología es neutral, es un idiota redomado”. Ya desde los tiempos de la construcción de la primera bomba atómica, Einstein se había anticipado a ese género de pensamiento, al expresar reatos sobre la conveniencia de realizar el experimento que hoy motiva las plegarias anuales en Hiroshima.

Frente al tratado sistemático que repite de manera obligada el conocimiento de otros, el ensayo es el género más adecuado para la divagación de temas inagotables, apasionantes, los cuales son desbordados, volviéndolos pretextos para provocar muchas más excursiones por caminos divergentes, disueltos, destejidos. “Sirve sobre todo como aguijón contra el rascacielos edificado por la ciencia y la política. Esta cualidad demoledora le viene de su condición subjetiva. Los grandes edificios teóricos hacen profesión de objetividad desde su primer ladrillo: su argamasa es el descrédito de lo privado, de lo particular, de lo que a un cualquiera le pasa por la cabeza”.
El ensayo de Espinosa proviene de lo individual, de una voz nunca doblegada a los caprichos del poder, sea éste político, editorial o comercial. Espinosa también “maestro de la sospecha”, rebelde, muy lejos de pertenecer a ciertas maquinarias de reproducción de ideas de moda o exitosas, lo que significa una posición ética insobornable, una lúcida disidencia de iglesias y feudos. Razones por las cuales el pensamiento de Espinosa persuade, convence y permanece vigente.
Así el ensayismo de Espinosa, con su esencial y fundamental carácter crítico, es de carácter moderno, comprometido con los bienes y principios de la razón y sus imperativos categóricos, un apasionado defensor de valores esenciales.
Y una segunda cualidad permanente en Espinosa es la reflexión constante sobre su oficio de escritor y su obra personal; en este sentido el ensayo despliega, según Ana Cecilia Olmos, una escritura autoreflexiva, que consciente de sus propios procesos constructivos, activa el gesto crítico de la sospecha. Como sugiere André Comte, escribir un ensayo es escribir lo más cerca posible de sí mismo, así como escribía Montaigne, “lo más cerca de la vida real, con sus angustias, sus incertidumbres, sus más o menos, lo más cerca de su esencial fragilidad, su esencial finitud, su esencial y definitiva improvisación”.
Como un ejercicio de escritura en el que se configura la subjetividad. el ensayo está junto al trabajo de la ficción y la poética de Espinosa. Despojado ya de la instancia mediadora de un narrador o personaje, el ensayo le permite interrogarse acerca de las motivaciones que incitan su práctica, de las singularidades poéticas que la definen o de la peculiar inserción en el devenir histórico que asume, sea con relación a una tradición literaria específica o en el contexto de procesos culturales y sociales más amplios. Por lo tanto Espinosa se aventura a reflexionar sobre el quehacer literario y su propio oficio. En el libro La liebre en la luna nos habla del poder turbador de la literatura contra toda razón; la decisión temprana de la escritura como las más aberrante y ociosa de las formas de trabajo; el reclamo justo contra ciertos críticos parciales que hablaban sobre supuestas motivaciones de sus novelas, hallando sólo motivos escolares o parroquiales; o lo contrario, la celebración de la forma como algunos críticos inteligentes abordaron La tejedora de coronas, asumiéndola desde una visión global de las corrientes burguesas del siglo XVIII; la refutación sobre su pretendido estilo brillante; la desconfianza en los códigos estéticos; el haberse ocupado también de la cotidianidad como virtud literaria; el destino de la novela barroca como la aventura de un relato; la consideración que en arte toda oficialización es un sepelio; la lejanía voluntaria de Espinosa de querer ser un investigador científico de la historia y ser, por el contrario, un memorioso lector; el recordar siempre que en la novela, así se ocupe del pasado más remoto, el escritor asume una posición de su tiempo; reafirmar que toda literatura es, paradójicamente, histórica y al tiempo ahistórica, “lo primero porque no hay literatura, por fantástica que se precie de ser, que no pretenda contener la realidad, materia insustituible de la ciencia de la historia. Lo segundo porque todo texto literario, por naturalista que procure aparecer, yugula necesariamente la realidad bajo un orden diferente del espontáneo y natural, así como el espejo invierte por fuerza las imágenes o las libera el sueño”, en palabras de Espinosa. Y por último acerca de este ítem y como ejemplo de este tipo de reflexión ensayística, Germán Espinosa escribe cómo ha reinventado las ciudades, primero París y luego Cartagena, ficcionalizada gracias a su fuente de leyendas e historias, fantasmagoría fundamental de sus narraciones.
“Respecto a mí, sostiene Espinosa, quien me haya leído, recordará de qué manera me quita el sueño el visaje más exiguo en la expresión o en el mero semblante de cualquiera de mis personajes. Adoro, por lo demás, las correspondencias argumentales, tal como los simbolistas veneraban las de la naturaleza”.
El ensayo en Espinosa, es de esta manera, fruto de del humanismo escéptico, de la libertad responsable, donde la inteligencia se impone sobre todo método formal y se une a su saber y su arte de la escritura, iluminando desde un lado inédito la condición humana a través de su testimonio humano. Espinosa no se limita a una simple exposición de ideas, sino que debido a su complejidad, es capaz de revisar el pensamiento establecido. Nuestro autor se hallaría más próximo a lo que Gorgias llamó “el arte de la palabra”, o lo que Sócrates denominó “el arte de la persuasión”, el cual expone una creencia para convencer a través de la sugestión, la emoción, la interpretación y la creatividad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ESPINOSA, Germán. Ensayos completos, Tomo I, Fondo Editorial Universidad EAFIT, Medellín, 2002.
VÉLEZ, Jaime Alberto. El ensayo, entre la aventura y el orden, Taurus, Bogotá, 200.
WEINBERG, Liliana. El ensayo, entre el paraíso y el infierno. F.C.E. México, 2001.

jueves, 13 de agosto de 2009

La piel de los teclados


Edición del libro La piel de los teclados, Premio Nacional de Poesía "Ciro Mendía"2008
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, 2009

viernes, 12 de junio de 2009

La metaficción en el taller de Ficticia


En el mes de mayo, los organizadores del taller de Ficticia, http://www.ficticia.com/ , página especializada en cuento, me invitaron a ser jurado y a proponer un tema para los talleristas, con el fin de seleccionar los mejores minificciones. con el tema de la metaficción.
Publico en este blog, algunas de los textos que me sorprendieron y además disfruté mucho con su lectura .
"El escritor, el personaje y el doble"
autor: Gabriel Bevilaqua

Aquel personaje que inventé una tarde lluviosa me había proporcionado fama, fortuna y prestigio; sin embargo, ya no lo soportaba. Primero, por inmiscuirse con sus peregrinas opiniones sobre mis tramas; después, por exigirme que incluyera algunas de sus “brillantes” ideas. Como si esto fuera poco, hace dos novelas, me demandó un doble o no habitaría más en mis escritos. En tal caso, le dije, antes yo dejaré de escribir.

Pero, ya se sabe, los editores son rapiña del éxito y los contratos sus garras: no tuve más remedio que volver al oficio. Quien lo reemplazaría, era un tipo cortés; siempre dispuesto a dar lo mejor de sí. Empatizamos desde el principio. El original, aunque se mostraba indiferente, pronto comenzó a sentir celos y quiso recuperar terreno. Le dije que no estaba en forma, que las próximas páginas serían de las más agitadas que había escrito. «¡Mejor así!», me dijo… Aguantó hasta la decimotercera carilla, donde, después de ser vapuleado como nunca por sus archienemigos, murió. El doble, ahora, protagoniza mis novelas como su hermano gemelo que, tras su exilio en la legión extranjera, ha vuelto para vengarlo; las ventas, casi sobra decirlo, se han disparado.

"Terrible desgracia"
autor: Rubén Pesquera Roa
Las pesadillas no permiten que olvide el incendio de la Biblioteca Nacional, tragedia de la que fui testigo mudo e impotente. Aún veo como huyen —a pie, volando, a caballo— millones de personajes diminutos intentando salvar sus perfiles psicológicos, sus valiosos argumentos y aquellas queridas descripciones. ¡Nunca olvidaré los alaridos de espanto!
Una imagen regresa a mí una y otra vez: entre los últimos seres que alcanzaron a escapar del siniestro, pude distinguir a Lady Chatterley corriendo de la mano de su amante, mientras que su esposo —la silla de ruedas fuera de control— se despeñaba envuelto en llamas por la escalinata principal.

Cuento con desenlace de vértigo
autor: José Luis Sandín

Es una sola palabra, una palabra precisa y de tal fuerza que su punto final generó, en su momento, un pequeño orificio en el papel por donde se fue la tinta, luego la pluma y la mano del escritor.
El resto aún fluye sin cesar hacia el interior oscuro de la trama, formando un vórtice a su alrededor: giro inagotable de realidad.


"Y él sin saber qué era"
autor: Elizabeth Pérez

—Metaficción ¿qué diablos será eso? —se preguntó.
De inmediato oyó ruido a sus espaldas. Al volverse, algunas de sus historias brincaban alegremente levantando la mano.

"Crisis"
autor: Mónica Ortelli

—¿Qué pasa que no respondes?

—Pasa… ¡que alguien tiene que frenar esto!

—Pero, ¿por qué?...

—Porque serás el hazmerreír… ¡No lo creerá ni tu abuelita!

—¿Te parece…?
—¡Hombre!... ¡Por supuesto!

—Sin embargo, la chica está entusiasmada…

—¡Ja! ¡Así lo ves tú!... ¡Y así te va! Óyeme bien: la ropa, la música, los libros, ¡los comentarios!… ¡Todo es inadecuado! ¡Con tanta pavada es imposible conquistar a esa mujer!

—¡¿Y qué hago?!

—¡Por favor, deja de escribirme a tu imagen y semejanza!

"Epitafio del escritor tímido"
autor: Gabriel Bevilaqua

Y… alguna vez tenía que animarme a que me leyeran.

"Coyuntura"
autor: Elizabeth Pérez

Cuando llegó el momento de matar al coprotagonista, el autor descubrió que éste —enterado de sus intenciones por un personaje secundario— se había dado a la fuga.

"Por una cabeza"
autor: Josep M. Nuévalos

Esta maldita afonía dará al traste con todo. ¡Sólo una más; una sola! —susurra para sí con voz enronquecida y en frenético ir y venir mezclando claras de huevo con zumo de limón, miel de romero, pizquita de tomillo… Mientras ingiere el remedio ve aparecer la luna inexorable, y con ella los rituales mil veces repetidos noche a noche: el rumor de pasos en el jardín, la sigilosa retirada de los eunucos, la poderosa voz del Sultán atronando el harem:

—¡¡Scheherezadeeeeee!!

"Espejismos"
autor: Gabriel Bevilaqua

Sólo vivía para escribir. Durante todo el día colmaba páginas y páginas que de noche, temeroso de los plagios, volvía del revés con la ayuda de un espejo, a la manera del maestro Leonardo. Ignoró siempre que al otro lado, su imagen llevaba millones de ejemplares vendidos a gabela.

"Escritor a la fuga"
autor: José Luis Sandín

Escribe la historia a toda velocidad, sin respiro —sólo veinte palabras—, antes que su autor lo mate de un tachón.


"Fábula lógica"
autor: Grifo

—Los animales no hablan, por lo tanto el relato se destruye; ahora, si las que no hablaran fueran la abuela y la nieta, el mismo continuaría siendo válido pues el lobo podría comerse primero a una y luego a otra sin argucias ¿Por qué no lo considera?

El autor atónito no emite palabra, sólo toma el manuscrito y sale.

El editor se arranca el disfraz, sacude su pelaje y se dirige al bosque.


"En busca del tiempo perdido"
autor: Elizabeth Pérez

—Esa palabra no es –interrumpe una voz.
—Has puesto demasiadas comas en el párrafo –dice otra.
—Queda mejor si no usas adverbios en esa frase –aconseja una más.

Haciendo caso omiso continúa, sabedor de que si se detiene a oírlas, jamás escribirá nada.

"Rebelión"
autor: grifo

Harto ya de tanto viaje en mensajes de correo, sin nada más sustancioso que una coma mal colocada, decide terminar con ello e implantar un virus en las computadoras del autor y su tallerista. Ya libre, comenzará a escribir su historia.

domingo, 5 de abril de 2009

Alas invisibles


Alas invisibles

Esa tarde mientras salía con la alegría característica a recorrer las calles, al atravesar una de las avenidas, sin mirar, sin darme cuenta, un carro me atropelló y sentí como si se me hubiera caído el mundo encima. De repente me vi tirada en el pavimento, sin poder moverme y con un dolor inconmensurable en mi pierna izquierda. Me levanté como pude, cojeando y aullando de dolor. Nadie me ayudó, las personas que pasaban por allí, sólo me miraban y hacían muecas. Como pude, lentamente me fui arrastrando hacia mi casa, bueno, lo que consideraba mi casa, pues hacía poco me habían echado a la calle; sin embargo no abandoné mi hogar y me arrinconé en la entrada. Mi pierna estaba ensangrentada y se veía algo blanco, pensé que era el hueso y sentí horror de verme por dentro, mi carne y mis huesos expuestos a las miradas ajenas. Comencé a limpiarme la herida y vencida por el dolor, me acosté y cerré los ojos. Imaginaba que alguien venía para ayudarme, para llevarme donde un médico y darme comida y quizá algo de abrigo, apenas empezaba a vivir y esperaba muchas cosas de la vida, pero mire cómo iniciaba mis primeros años de infancia.
Pasé esa noche, ahora lo recuerdo, como una de las peores de mis días, con frío, hambre y lo peor, lluvia. Lloraba en silencio, pero nadie vino a mí. Días después, una mujer gruesa y llena de bondad se acercó y me reconfortó y lloró al verme en semejante estado. Me habló con cariño y me trajo una sopa caliente, me examinó la pierna y se condolió como nunca nadie, entonces pensé que había llegado un ángel para darle luz a mi tragedia. En la tarde, llegaron dos muchachos con un maletín y me examinaron, me limpiaron la herida, y me inyectaron, grité, pues hasta ese momento no me habían pinchado, pero según le decían a la señora gruesa, esa inyección no permitiría que me infectara y que sanaría muy pronto.
Una mañana, estaba tomado el sol sobre el césped de mi casa - que ya no era mi casa- tenía temblores y estaba muy delgada, el aspecto de mi pierna era espeluznante, lo sabía por la cara que hacían las gentes que pasaban y me veían con lástima, entonces se acercó otra señora y me saludó, yo levanté la mirada y le hice un gesto amable. Otro ángel que se compadeció y dio alivio a mis días de tristeza. Me construyeron una casa, bueno en realidad es un cambuche donde duermo por las noches.
Con el paso de las semanas, mi pierna fue sanando, claro que no pude volver a caminar como antes lo hacía, ahora cojeo un poco, pero igual emprendo la carrera cuando veo que en la distancia vienen esas dos mujeres con alas invisibles y les sonrío, ellas se mueren de la risa y dicen que nunca habían visto a una perra que sonríe, y se encantan por la blancura de mis dientes, les bato la cola y el corazón porque las amo.
Ah!, hace unos días llegó a mi casa un chilingo de cachorro abandonado, tímido y con cara de sufrido, casi lo tumbaba el viento, yo lo acogí y lo adopté y comparto la comida y la noche con ese remedo de perrito.
He subido de peso y estoy eso que llaman volantona, varios perros se han acercado a cortejarme, qué irá a pasar con mis futuros hijos si vivo en la inseguridad de un cambuche a la entrada de lo que un día fuera mi casa, pero sé que todavía quedan por ahí esos seres con alas invisibles.

A Toño Rodríguez.










sábado, 14 de marzo de 2009

Goyesca


GOYESCA

Quiero contarles esto que le sucedió a mi papá hace algunos años en el museo de arte de Nueva York. Así me lo relató:
Por esa época estaban exhibiendo una exposición de grandes pintores, entre ellos, Goya, uno de mis favoritos.
Al acercarme a Los Caprichos, uno de ellos ejercía sobre mí una atracción que me arrastraba como un imán. Se trataba del número 43 de la serie.
El gato que aparece allí a los pies del hombre dormido, me miraba con horror. Las criaturas de la noche aleteaban a mi alrededor, se habían salido del cuadro, yo trataba de leer los signos que estaban en el frente de la mesa, cuando lo vi claro: “El sueño de la razón produce monstruos”.
Una nube de animales ciegos y alados me golpeaban la cabeza, con los brazos y las manos trataba de protegerme pero sus graznidos y picotazos me tenían arrinconado, lo más extraño era que las personas allí presentes continuaban observando las pinturas con rostro de exaltación o asombro, otros inmutables o parsimoniosos, pero ninguno se mostraba atemorizado, parecía que no veían lo que me ocurría. En un momento cesaron los graznidos y aletazos, me descubrí la cabeza y miré alrededor: los pajarracos se habían transformado, ahora su cabeza era humana con afilados picos, cabelleras grises y ojos enrojecidos, sus rostros me eran familiares, tenía la impresión de haberlos visto con anterioridad, me observaban con las alas cerradas, tenían cola de escorpión que movían con amenaza.
El único que no había salido del cuadro era el gato de ojos amarillos y el hombre que continuaba sumido en su sueño. El felino bostezó y me dijo: Baltasar, espíritu desgraciado, no podrás librarte de nosotros, somos tus inquilinos, vivimos dentro de ti, pero sólo cuando duermes nos desatamos, tomamos las imágenes que nos venga en gana, somos tus monstruos, ya ves, ahora mismo soy una flor de pantano, ¿percibes mi olor?
Yo miraba aterrado, pues mi amor por los gatos es muy grande, pero éste no era como los que tengo en mi casa, ¿será que atravesé el umbral de otros mundos? Me pregunté .
Pero no, si continúo aquí en el museo, puedo ver al fondo un Rembrandt y a esa mujer del vestido azul con la copa en la mano y los flash de los periodistas.
¿Qué umbral? Dijo el gato que había recuperado su primera forma. Hay muchos umbrales Baltasar... En ese momento las aves alzaron vuelo por toda la galería, lanzando carcajadas, se aproximaban a mí veloces y cada una venía y me picoteaba, la primera se apoderó de mi nariz, otra vino a escarbar sobre mis cabellos, otra me abrió las entrañas y se llevó mi hígado; a pesar de lo despojado que me sentía sabía que si conservaba el corazón y el cerebro, podría sobrevivir. De pronto una idea vino a mí como un relámpago que me hacía comprender la clave para salir de todo este mal sueño. Corrí, sangrante hacia el cuadro, el gato me mostraba las garras, yo sabía que la única salvación era despertar al hombre del cuadro. Estiré un brazo para sacudirlo y el animal se lanzó sobre mí, los pajarracos habían regresado al cuadro, luché sin desfallecer; el gato me arrancó una mano, mientras halaba mi brazo, me volteé y sacudí con todas las fuerzas que me quedaban al hombre que dormía, éste se levantó sobresaltado y le pude ver la cara: ¡era yo mismo! me miré como en un espejo, me guiñó un ojo y volvió al cuadro.
Alguien se acercó y me dijo:
Señor le provoca un cocktel?
Nana Rodríguez

jueves, 12 de febrero de 2009

La casa ciega, por Raúl Brasca





La casa ciega y otras ficciones

Raúl Brasca

El auge de la narrativa breve tiene ya dos efectos notorios: por un lado, la consolidación del microcuento como una forma narrativa con estatus genérico; por otro, la ampliación constante del territorio que ocupa dentro de la literatura. Esto último ha sido posible gracias a unos pocos libros innovadores.

Es el caso de La casa ciega, de Nana Rodríguez Romero, libro hecho de fulguraciones que son narrativamente autosuficientes y que en conjunto configuran un universo creativo profundamente singular. El mundo contenido en La casa ciega es sombrío y transparente. Sombrío porque es lo que resulta de eliminar las atenuantes, las hipótesis consoladoras, los rescoldos que el corazón humano inventó para hacerlo habitable. Todo allí parece iluminado con una luz tenue y, sobre todo fría. El amor es imposibildad o búsqueda desesperada de la unidad perdida (Andróginos), la amistad, una tabla de salvación en medio de la agonía general(El durmiente); la ternura, una emanación de la soledad ( El hombre de los murciélagos). Y es un mundo transparente porque se han borrado las leyes que lo organizaban y sostenían su inteligibilidad: la frontera entre lo soñado y lo “real” se ha vuelto permeable, la transustancialidad es moneda corriente y el tiempo ha perdido el poder ordenador de la sucesividad.


Así, el protagonista de Evidencias, al despertar cada mañana, encuentra la evidencia material del sueño que lo ocupó la noche anterior, y la de Mientras la luna crecía halla cada día de la semana, el segundo piso de su casa ocupado por una generación diferente de sus antepasados. Estos hechos extraordinarios no son, como nos ha acostumbrado la literatura fantástica, irrupciones sorprendentes en el manso transcurrir de lo habitual; son algunas de las muchas posibilidades de la realidad. En esa dura intemperie, se mueven los personajes cuyas características más notables son el desamparo y la soledad. Para ellos no existe tregua ni resguardo, son seres expuestos, escarnecidos, sin el consuelo del dolor, porque están atravesados por la ausencia. Una indolora y a veces atesorada soledad física y afectiva que forma parte de su condición existencial. El personaje de Presencias atenúa su soledad con la intuición de un fantasma; el de El durmiente, con la compañía de un moribundo; el de Alquimia, con la de escorpiones y arañas.

La suma de las características apuntadas determina el clima general de los cuentos y es la base que sustenta la intensa poesía que se respira la recorrer las páginas de La casa ciega. Así como hay ideas que sólo aceptan el formato del cuento o de la novela, las hay que nacen destinadas al microcuento. Las ideas de Nana Rodríguez parecen concebidas en el molde del relato breve. Son , en general, situaciones de una gran tensión interna, inestables, cargadas de inminencia y apremio por una resolución. Bitácora – la historia de alguien que desciende por pasadizos sobrecogedores – lo muestra con la mayor claridad. Contrariamente a lo que sucede en el microcuento clásico, aquí importa más la situación en sí que el modo en que se resuelve. Esta cualidad innovadora se debe a la calidad de la invención y, sobre todo, al lenguaje. Porque cuando hablamos del microcuento, pretendemos hablar de literatura , y no hay literatura si no hay un fuerte compromiso con el lenguaje. El manejo de la elipsis, el fino oído para la música de las palabras, la adjetivación precisa y una prosa que fluye con vigor, puestos al servicio de invenciones arraigadas en estratos profundos de lo humano, hacen de las pequeñas piezas narrativas de La casa ciega, composiciones de inusual belleza y trascendencia.

Reseña publicada en la Revista "Pensamiento y Acción", Nº 6-7 ,2000. UPTC.

Claves para cruzar el espejo, por Lauro Zavala


El sabor del tiempo de Nana Rodríguez:
Claves para cruzar el espejo

Lauro Zavala
Nana Rodríguez es una investigadora y escritora colombiana. Además de haber escrito unos Elementos para una teoría del minicuento, es autora de varios títulos de minificción y poesía.
En el sabor del tiempo, nana Rodríguez reúne una serie de 48 minificciones en las que ofrece alegorías de la creación y la crítica a través del juego de silencios, ecos y cantos de cortísimo metraje. Se trata de textos que van del aforismo irónico a la narrativa que nunca excede la frontera de las 125 palabras.

Del otro lado del espejo siempre hay alegorías, metáforas e imágenes en clave. Este volumen contiene en miniatura numerosas teorías del tiempo y de la escritura, de la música, los sabores, la poesía y el arte. A partir de paradojas y breves cantos a la noche , las ciudades y la luna, El sabor del tiempo logra, por implicación suprema y a través de una inversión del sentido común, un tono que paulatinamente pasa del juego a la gravedad filosófica, y de una ironía lúdica al distanciamiento lúcido.

Este repositorio de metáforas es producto de una sensibilidad que coincide con el espíritu de los tiempos y que a la vez se nutre de los clásicos, con quienes dialoga: Plauto, Dante, Galileo, Simónides, Galeno, Americo Vespucio, Einstein ,Colón, Cortázar. Científicos, artistas, viajeros, filósofos y escritores convertidos en personajes con su propio sabor a tiempo.

Aunque las metáforas sobre el universo y sobre el valor del tiempo son accesibles de inmediato , los efectos poéticos que pueden producir en el lector son como detonantes de acción prolongada . Cada texto encapsula un universo poético y filosófico en pocas líneas , acompañado por el excipiente de la narrativa. Esta estrategia facilita la lectura.

Pero como toda cápsula con excipiente natural , su efecto se extiende a largo plazo, mientras el lector rumia el follaje filosófico que ofrece este remanso textual.

Otros escritores buscan una sola alegoría a lo largo de una extensa novela . En cambio, este libro nos recuerda que los poetas, los locos, los filósofos y los autores de minificciones tienen la virtud de la elipsis.

Aquí la autora construye un sistema de analogías , que son reconstruidas por un lector cómplice . Pero también durante la lectura se inicia otra escritura : la del tiempo del lector, la que se ordena a partir de un reajuste en su cosmovisión particular.
En cada minificción el lector se recupera a sí mismo a través de la lectura de lo que la autora propone como espejo. Pero no es un espejo que refleje su imagen , sino un espejo para ser cruzado y para encontrar un universo poblado de alegorías literarias, No por ello es casual que en algunos casos (45-51) estas alegorías son precisamente acerca de la escritura , los libros, la memoria, la edición, la lectura, las bibliotecas, los libreros y las palabras.

Precisamente en “Minificción” , Alicia prefiere el espejo a la pantalla de la computadora pues añora “el olor de las flores vivas”(55). En otros casos, simplemente se desfamiliarizan los términos cotidianos. En “Al pie de la letra”, por ejemplo, se juega con las paradojas de la creación :
Un poeta críptico se hizo famoso porque acostumbraba colocar notas a pie de página a sus poemas. Con el tiempo, los lectores ansiosos compraban sus libros para gozar la poesía que brotaba silvestre de sus notas a pie de página.(32)

En estos ejercicios de relativización del sentido común , la estrategia para salir de la escritura infinita es a través del suspenso seductor. En este almacén de alegorías , la magia de la minificción radica en la exploración irónica de las estrategias de la alusión.
Reseña publicada en el libro "La minificción bajo el microscopio", 2005

Antologías


































































Estas son algunas de las antologías en las que aparecen textos de Nana Rodríguez















miércoles, 11 de febrero de 2009

La escritura del cuento o el arte de desenvolver la madeja





La escritura del cuento o el arte de desenvolver la madeja


Nana Rodríguez Romero

Variadas son las formas de creación en el cuento. Cada escritor en su universo, su forma de percibir el mundo, su imaginación e intuición y su relación con el lenguaje y las estructuras narrativas, posee una particularidad que define su estilo.

Me inicié como escritora de poesía durante largos años; esto me ha dado oportunidad de acercarme al lenguaje, a la síntesis semántica y a conocer lo que otros han llamado el instante poético. Curiosamente no soy muy aficionada a la lectura de poemas, la poesía me llegó a través de la narrativa. Frente a la escritura del cuento siempre tuve una especie de temor e imposibilidad. Significaba para mí, - y aún significa – un reto muy grande.

Al comienzo, intenté escribir un cuento que salió como un balbuceo, o una especie de escritura telegráfica o un tartamudeo que no descubría nada. A medida que pasaban los años, lo único que me aproximaba a la narrativa, eran mis sueños, pero no los sueños que tenemos despiertos, aquellos que se proyectan hacia el futuro, hacia la utopía o el deseo, eran mis viajes oníricos que cada noche construía como una película o especie de video. Las imágenes de mis sueños han sido tan nítidas y tan plásticas y a veces tan asombrosas, que prefiero asimilarlas como constructos estéticos y simbólicos antes que recurrir al inconciente o a los análisis freudianos.

En esa época, compartía estos sueños, pequeños fragmentos visuales que en ocasiones narraban una historia, con un escritor y él tomó algunos de ellos para la creación de sus cuentos. Luego, por consejo de otras personas empecé a tomar notas sobre esas imágenes oníricas y me enfrenté al abismo, a la aventura de darles forma narrativa, desde el inicio, con la brevedad y la economía en el lenguaje. Indudablemente que de la imagen a la palabra hay una gran distancia, pero creo que he logrado cierta plasticidad por medio de las palabras. A partir de esos fragmentos, di cuerpo a la mayoría de las historias reunidas en mi primer libro de cuentos titulado La casa ciega y otras ficciones.

Cuando me siento a escribir, sé de antemano si va a ser un relato o un poema; esto no significa que los dos géneros no se entremezclen, al contrario, tengo la conciencia de procurar un equilibrio en la escritura. Estas minificciones o minicuentos Además del origen onírico, pueden nacer por una palabra, una anécdota, una vivencia, una fibra tocada por la lectura de otros cuentos, por una imagen fugaz y cotidiana en la calle, en el baño, en el bus, en la iglesia, el trabajo, etc,. Por ejemplo, el cuento titulado La trenza, nació del acto cotidiano de tomar la ducha, al ver algunos cabellos al lado del sifón me dije: qué tal una historia en la cual a una mujer le crece y le crece el cabello, después la historia se me convirtió en una hipèrbole maravillosa con algunos elementos históricos y del folclor latinoamericano.

O el cuento El coleccionista, que nació por un problema de ubicación espacial y de lateralidad, es así que me pierdo en una manzana, en un centro comercial o en un pequeño poblado, debo repetir varias veces el recorrido para llegar a un lugar y hacer asociaciones para ubicarme o recurrir a mapas y direcciones, entonces me hice una ironía a mí misma, también hiperbólica.

El arte y la escritura en particular, son una simbiosis entre el entorno o mundo exterior y la subjetividad o mundo íntimo, conjugados para crear universos literarios, mediados por uno de los más grandes inventos de la humanidad: el lenguaje y con él toda la complejidad que lleva mplícita la construcción de un texto artístico.

Cuando empiezo a signar el papel – porque siempre he escrito manuscritos que después van al computador – parto de una imagen, no se cómo va a desarrollarse la historia,ni cómo va a ser el final. Hace años cuando leí el texto de Cortázar, Del cuento breve y sus alrededores, me sorprendí al encontrar la imagen de la madeja en la creación de sus cuentos, de igual forma, siento como si tuviera una madeja de hilo adentro y empiezo a tirar de la punta, en ocasiones sale limpia y pareja, pero también a veces sale con nudos y enredos que tengo la paciencia de desenredar o cuando veo que es imposible, simplemente, recorto la hebra y empiezo otra historia. No se trata de una escritura automática, porque hay momentos en que me detengo para observar hacia dónde se dirige la historia, generalmente cuando veo que se desboca entre ramas o retóricas inútiles. A veces, antes de concluir, se me aparece o adelanta el final, entonces, dondeo el cuento y lo demás es labor de limpieza.

En general, el relato conserva su primera tensión, la historia no cambia. Dentro de mi estructura mental y afectiva, al escribir las ficciones, no planeo de antemano squemas narrativos. La historia misma se va tejiendo y busca su propia estructura, su propio lenguaje. Confieso que desde que conocí los relatos breves y las minificciones, me han atraído poderosamente por su síntesis y su fuerza evocadora, los concibo como agujeros negros: pequeños espacio-textos que guardan muchísima energía-sentido en su interior.

Los textos que escribo, sean poemas, cuentos, artículos, cartas, pasan primero que todo por el tamíz de mi oído, los leo oralmente, porque el ritmo, la musicalidad interna de las expresiones creativas, en especial, en la música y el cine son una especie de brújula que marca equilibrio y el sentido de las cosas.

Para mí es muy curioso que la gente me pregunte a menudo ¿Y está escribiendo? Como si el escritor o escritora estuviera reducido solamente a escribir, pues pasan largos períodos en los que no escribo una línea, solamente leo y vivo y observo y me asombro con los griegos y La Biblia, Borges, Poe, Kafka, Yourcenar, Whitman, Calvino y muchos otros, entonces imagino que en esa etapa, se están incubando dentro de mí los futuros libros, la madeja interna. Pienso que la lectura y la vida son ese hilo de Ariadna que conduce al laberinto y que un día halo la punta del hilo y allí empieza a nacer lo que se estuvo gestando. Claro que tengo temas que algún día voy a tomar, pero parece que es cuando ellos quieren que se les dé a luz.
Publicado en "El cuento en Red," 2002
Fotografía de Jaime Rodríguez

lunes, 9 de febrero de 2009

Nosotras, vosotras y ellas, de Raúl Brasca


Nosotras, vosotras y ellas .

A continuación, presento algunos cuentos breves de la antología realizada por Raúl Brasca, escritor argentino, para la editorial Desde la gente.

La que no está

Ana María Shua

Ninguna tiene tanto éxito como La Que No Está. Aunque todavía es joven, muchos años de práctica consciente la han perfeccionado en el sitilísimo arte de la ausencia. Los que preguntan por ella terminan por conformarse con otra cualquiera, a la que toman distraídos, tratando de imaginar que tienen entre sus brazos a la mejor, a la única, a La Que No Está.


Al fin nada importa

David Lagmanovich

No me importa que me abandones y pidas el divorcio, siempre que acuerdes conmigo en que la quinta en Pilar sigue siendo mía. No me importa quedarme sin esa propiedad donde transcurrió mi infancia, pero el semipiso de Callao y Quintana no pienso cedértelo. Me tiene sin cuidado quedarme sin inmueble alguno, porque al fin así como vinimos desnudos al mundo, desnudos nos iremos; pero no se te ocurra invocar derecho alguno sobre la cuenta en el banco de Miami, en donde he venido ahorrando para la vejez. Es cierto lo que dices, los dos tenemos necesidades, pero yo no puedo cederte los bonos hipotecarios del Banco de Galicia; sólo te los doy si me garantizas que no tocarás los muebles de mi escritorio ni mi biblioteca profesional, que al cabo no te sirve para nada. Está bien, que sea como tú quieras, pero el gato me lo llevo yo.

Palabra de hombre

Cornelia Sonnenberg

"Nunca te engañaré"

Es verdad, siempre termino por saberlo.

Pi-romántico

Nana Rodríguez

Cuando terminó de besar a la única mujer de la cual se había enamorado, la ciudad sucumbió bajo las llamas. No conocía la magnitud de sus pasiones.

La poesía, de Eugenio Montejo




La poesía



Eugenio Montejo




La poesía cruza la tierra sola,

apoya su voz en el dolor del mundo

y nada pide

ni siquiera palabras.

Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;

tiene la llave de la puerta.

Al entrar siempre se detiene a mirarnos.

Después abre su mano y nos entrega

una flor o un guijarro, algo secreto,

pero tan intenso que el corazón palpita

demasiado veloz. Y despertamos.





Antologías



a Eugenio Montejo



Entré en libros rumosos de pájaros y árboles, canto de gallos lejanos y cigarras; nostalgia con nombre de infancia y de mujeres.

Encontré a Orfeo, a Rembrandt, a Bolívar y a Ulises, páginas sin fin de la memoria. Una ciudad vertical y transparente lleva sobre las alas el poeta.

Amor a primera lectura, digo y me sorprendo, y vuelvo a caminar por esas páginas rumorosas de pájaros y hojas.


Nana Rodríguez

El minicuento en Colombia


El MINICUENTO EN COLOMBIA

Nana Rodríguez Romero

El género literario conocido como minicuento en Colombia, tiene una historia breve. Si tenemos en cuenta las clasificaciones y definiciones, los nuevos cánones que hasta ahora se han realizado por parte de especialistas e investigadores/as, que han denominado a estas breves narraciones, minicuento, micro-relato, cuento corto, cuento ultracorto, y minificción, respecto a su extensión, su carácter híbrido y proteico; las marcas de humor, ironía, intertextualidad, metaficción, sentido implícito, parodia, etc., podríamos decir que su aparición en Colombia es relativamente reciente y que en el pasado, cumplía funciones de relleno o de viñeta en las publicaciones de periódicos y revistas.
A propósito de esta taxonomía, que es necesario establecer, para el desarrollo de este trabajo, ( hago la aclaración que hay varios críticos e investigadores que no hacen tal diferenciación); la investigadora Dolores Koch, anota lo siguiente: “Algunas minificciones son muy conocidas como el poema en prosa, la anécdota, la viñeta, la parábola, el aforismo, el epigrama, y otro tipo de minificciones que son inclasificables como ciertos juegos de palabras ”. Respecto del minicuento expresa que: “ por breve que sea, consta, al igual que el cuento, de una exposición o introducción, una situación conflictiva y un desenlace; sobre el micro-relato, anotade la tarde el enfermo miraba la llama como a otra pupila, miraba sin despabilar. Miraba. la autora algunas características que lo diferencian del minicuento y la minificción: “la transgresión o fusión de géneros; un desenlace ambivalente o elíptico; alusiones literarias, bíblicas, míticas, históricas; rescate de fórmulas de escritura antigua, fábulas o bestiarios”. Lo cierto es que, hasta el momento, cada día aparecen novedades estilísticas de la brevedad, no solamente por parte de los investigadores, sino de los autores mismos que llaman a sus libros y a sus textos con nombres muy particulares, engrosando así, la familia de este tipo de literatura.

Empezaré por reseñar algunos libros publicados desde los años cuarenta, en los cuales encontramos la presencia de cuento corto, minicuento, minificción, micro-relato y cuento ultracorto .

Entre los años cuarenta y sesenta escritores como Jorge Zalamea, Jorge Gaitán Durán, Alvaro Cepeda Samudio, Manuel Mejía Vallejo, Luis Vidales, entre otros, escribieron algunos minicuentos, que pueden considerarse como textos insulares dentro de su obra. Asi, en Las noches de la Vigilia de Manuel Mejía Vallejo, más conocido como novelista, se reúnen varios cuentos cortos que rondan las evocaciones de la poesía, y lo fantástico:

Cenizas
El cuadro representaba una mujer caída al sueño frente a una vela con débil llama. A la luz-Apaguen esa vela del cuadro, apaguen esa vela, apaguen esa, apaguen... – dijo antes de su sueño.
Nadie le hizo caso, la soledad era parte del delirio; el delirio, mínima parte de su soledad.
Pero al otro día la gente se apretujaba en derredor de las cenizas.
(Manuel Mejía Vallejo, Cuentos de zona tórrida, las noches de la vigilia, Procultura, 1986, p. 174)

Los cuentos de Juana, de Alvaro Cepeda Samudio, escritor perteneciente al Grupo de Barranquilla, contiene una serie de relatos cortos de tipo fantástico, cuyo leitmotiv es el personaje Juana quien describe las circunstancias mágicas de su entorno con un acento particular, elaborando, de una forma experimental, lo cinematográfico en sus relatos.

Cuando Julio Roca era...
Cuando Julio Roca era editor de Diario del Caribe, de Ciénaga, un pequeño pueblecito perdido en la costa de Colombia, le contó a Juana lo siguiente:
Una vez un gringo aventurero resolvió fundar un cine en un minúsculo y remoto pueblecito del corazón del África. La noticia rodó como un incendio por los alrededores. El día de la inauguración, todos los leones de la zona llegaron a la entrada de la tolda donde funcionaba el cine. Porque los leones se habían dicho:
- Vamos, que a lo mejor la película es de la Metro y ahí salimos en todas.
Juana, quien también es gringa y extravagante, pensó solamente que los leones también tienen el pelo amarillo.(Alvaro Cepeda Samudio, Los cuentos de Juana, Norma, Colección Milenio, Bogotá, 1999., p. 76)

No se puede hablar de una tradición en la escritura del minicuento en Colombia, como sí ha existido en países como México, Venezuela y Argentina, con representantes como Monterroso, Cortázar, Borges, Julio Torri, Arreola, Marco Denevi, René Avilés Fabila, Ednodio Quintero, Edmundo Valadés, Ana María Shua, entre muchos otros. Podríamos hablar de una producción diaspórica, recogida la mayoría de las veces en revistas, periódicos, antologías y publicaciones marginales.
En la década de los ochenta, en la ciudad de Cali, aparece Ekúoreo, revista dirigida por Guillermo Bustamante y Harold Kremer, pioneros de la publicación del minicuento en Colombia; posteriormente, los mismos autores dieron a conocer la antología del cuento corto colombiano , que recoge 76 textos entre cuento corto y minificción de autores consagrados como William Ospina, Luis Vidales, Celso Román, Mejía Vallejo, Rojas Herazo, Alvaro Mutis, Jairo Aníbal Niño, Humberto Valverde, Luis Fayad, Jorge Zalamea, Aguilera Garramuño, Gonzalo Arango, entre muchos otros; escritores de novela, cuento, ensayo y poesía que le han coqueteado al género, pero que no podemos hablar de uno de sus libros dedicado por completo al minicuento. Dentro de esta antología se encuentran las más variadas formas como la re-creación del mito, la parodia bíblica, los relatos fantásticos; y como características, el humor negro, la ironía y la parodia, las anécdotas cotidianas, los finales sorprendentes.

García Márquez, uno de nuestros más grandes escritores, cuenta dentro de su extensa obra con uno de estos brevísimos textos que nos corrobora una vez más la marca de su estilo irónico:

Un caballero llevaba en el bolsillo del pecho un libro de reciente aparición. Cuando alguien le hizo un disparo a quemarropa fue conducido al hospital, donde se constató que el agredido gozaba de perfecta integridad física. El proyectil no había alcanzado a atravesar el libro. Un crítico literario comentó: Claro, si es uno de esos libros invulnerables. Ni siquiera una bala alcanza a pasar del segundo capítulo.
(Gabriel García Márquez, Magazín Dominical El Espectador, Nº 393, 1990, p. 19)

Hacia 1981, el escritor David Sánchez Juliao, saca a la luz una revista denominada, Puro cuento, al igual que otras dos del mismo carácter en México y Argentina, dedicada a publicar cuentos cortos y minificciones de autores de diversa nacionalidad. Traemos aquí, un texto de Jairo Aníbal Niño, conocido escritor de literatura infantil, publicado en el número 1 de esta revista; es una minificción que recrea el mito griego, construida con el formato de noticia:

Historia
Ayer por la tarde fue extraído de las antiguas aguas del Mediterráneo el cuerpo petrificado de Icaro.Al ser colocado sobre la cubierta del barco, sus alas metálicas, limpias y poderosas, lanzaron una erupción de luz cuando fueron tocadas por el sol de los venados.
Se sospecha que la afirmación de que Icaro usaba alas de cera, fue propalada por sus asesinos.
( Jairo Aníbal Niño, Puro cuento, Nº 1, Bogotá, 1981, p.12)

En 1.984 , aparece el libro de cuentos de Harold Kremer, titulado La noche más larga, ganador del concurso de Cuento de la Universidad de Medellín. Volumen que reúne 16 relatos cortos, varios de ellos se pueden considerar minicuentos, o micro-cuentos, como denomina el escritor argentino Raúl Brasca, a éste tipo de piezas narrativamente autosuficientes con un tono entre la ficción y la poesía.

Fotografía(1925)
La primera imagen es una fotografía. Aliza me tiene entre sus brazos y papá, frente a nosotros, está escondido bajo una tela negra y un trípode: mis ojos lo anhelan; quiero bajar e ir a buscarlo, pero Aliza me retiene fuertemente. Comienzo a llorar hasta que papá reaparece y me toma entre sus brazos. Ahora es Aliza. Papá le da algunas explicaciones, mientras limpia mis lágrimas con su pañuelo y me peina suavemente con la mano. Luego señala la cámara y le dice:”Nada va a pasar. Busca a Aliza y quédate quieto”. Papá se pone rígido y yo me quedo quieto sin comprender. De repente el flash se incendia y comienzo otra vez a llorar. Aliza cree que nos ha quemado. Mis ojos se llenen de luces. Papá, todavía cargándome, se acerca a la cámara y dice: “Hay que tomar otra”. Aliza pega un grito y retrocede hasta la cocina. Miro a papá y ya no es papá: es una luz. Desde ese momento las cosas dejaron de ser cosas y se convirtieron en luces. Mis ojos no volvieron a ver a papá. Y tampoco a Aliza.
(Harold Kremer, La noche más larga, Universidad de Medellín, Medellín, 1984,p. 57)

Es muy conocido el Manifiesto del minicuento que publicó la Revista Zona de Barranquilla, que expresa en algunos de sus fragmentos:
“...concebido como un híbrido, un cruce entre el relato y el poema, el minicuento ha ido formando su propia estructura (...) La economía del lenguaje es su principal recurso, que revela la sorpresa o el asombro. Su estructura se parece cada día a la del poema. La tensión, las pulsaciones internas, el ritmo y lo desconocido se albergan en su vientre para asaltar al lector y espolearle su imaginación. Narrado en un lenguaje coloquial o poético, siempre tiene un final de puñalada. (...)
El minicuento está llamado a liberar las palabras de toda atadura, Y a devolverle su poder mágico, ese poder de escandalizarnos”.(Citado por Violeta Rojo, en Breve manual para reconocer minicuentos).
Esta aproximación al género, estos intentos por definirlo, por teorizar y ponerlo bajo una lupa, - entre ellos se encuentran dos estudios publicados en los años 96 y 97 por Nana Rodríguez y Ángela María Pérez, respectivamente -, son un indicio de su existencia, de su presencia en la literatura nacional; aunque, ignorado por la academia, los críticos y los editores lo consideran como algo sin importancia, sin mayor elaboración, sin lectores, por lo tanto, sin mercado; obviamente, como en cualquier manifestación del ser humano, existen minicuentos de gran ingenio y elaboración literaria y otros que no ameritan tal denominación sino que caen en la anécdota simple, el chiste fácil o la fórmula . No obstante, a partir de la década de los noventa, los concursos se han ido multiplicando. El periódico Prensa Nueva, de Ibagué, realizó durante varios años un concurso de minicuento, igualmente, el municipio de Samaná en Caldas, realiza un concurso de cuento breve y ha publicado una selección de los cuentos premiados y finalistas que dan cuenta de la producción copiosa en Colombia. Al respecto anota Isaías Peña Gutiérrez , que se encuentra en esta producción la frecuencia de lo metaficcional, el regreso a las fábulas para parodiarlas, la incursión en una narrativa reflexiva y de tipo fantástico, la influencia de la informática, del cine y la televisión, la huella de una tradición literaria desde Felisberto Hernández, Borges, Macedonio, Cortázar y Monterroso.

Puesto de Combate, revista de gran trayectoria dentro del género de revistas consagradas a la literatura, en especial, al cuento y a la poesía, cuenta con una considerable producción editorial de cuentos cortos y minicuentos de diversos escritores, pertenecientes a todas las regiones del país. El sinnúmero de escritores que hacen sus propias y modestas publicaciones, muchos de ellos, en páginas volantes y tabloides, también, en la clandestinidad y el anonimato, dan cuenta de su imaginario y su trabajo de escritura. Traigo aquí uno de ellos, muy conocido en Bogotá , de Jaime Castaño, cuya temática merodea lo fantástico, lo cotidiano, la realidad nacional, el humor y la ironía
De algo sirve
Había discutido por largo rato la inutilidad de las pequeñas buenas acciones, aquellos ademanes caballerescos y cotidianos: ceder el puesto a un anciano, a una embarazada, ayudar a los niños a cruzar la calle. “El mundo está en franca decadencia”, se dijo,”con buenas acciones o sin ellas, la situación en nada se modificará”.
Por puro cinismo lo puso en práctica : al apearse de la buseta tendió la mano a una señora que con severos síntomas de dificultad bajaba detrás de él. “Es tiempo perdido” se decía mientras la señora agradecida ganaba el andén, “esto no cambiará el mundo”.
No había caminado una cuadra todavía con su alegato interior, repitiéndose las palabras del pesimismo, cuando sintió con claridad cómo brotaban, en sus omoplatos, las puntas de dos alas.
A Bogotá, escéptica

Las editoriales, poco a poco, han ido sumando entre sus publicaciones, algunas obras minificcionales y de relato breve a las cuales haré referencia, incluyendo un texto de cada obra, ya que el volumen de publicaciones es tan exiguo . Debo aclarar que no se trata de una antología, sino de una forma de elegir algunos textos representativos dentro de cada libro, para poder tener un acercamiento al estado del arte del minicuento en Colombia. Por otra parte, la búsqueda de estos textos la hice en las librerías de Bogotá y los datos que me proporcionaron algunas personas conocedoras de la producción; considero que la cantidad de libros que se han publicado a nivel regional y que no conocemos en la capital hacen parte de esa literatura clandestina que muchas veces nos puede sorprender.Juan Carlos Moyano, en 1982, da a conocer su libro La pasión de las lunas, respecto de este libro anota el escritor Jairo Aníbal Niño: Son cuentos para llevarlos en el bolsillo y sacarlos como si fueran un revólver, o una rosa o un pañuelo, o un mapa, o una libreta de direcciones secretas, o un taco de dinamita, según sean las necesidades entrañables de la vida. Esto nos da una pista para saber la variedad de posibilidades que brinda la brevedad, aunque como la gran mayoría de los libros aquí reseñados, los relatos van desde una palabra hasta cinco o seis mil palabras. Veamos esta ficción recreada con personajes muy conocidos.

Final de cuento
Una jovencita con porte de princesa entró al mundo de las leyendas. Buscaba un príncipe de cualquier color o cuanto menos un James Bond. Fue feliz en los brazos de innumerables personajes, pero ninguno la dejó satisfecha. Cuando huía decepcionada por la impotencia de don Juan Tenorio murió destripada.
No había leído sobre las andanzas de Jack.
(Juan Carlos Moyano, La pasión de las lunas, Ediciones Puesto de combate, Bogotá, 1982, p.35).
Un vestido rojo para bailar boleros(1988) de Carmen Cecilia Suárez, es un sugestivo libro de relatos cortos, varios de ellos ya antologados, que describen historias cotidianas relacionadas con el amor, el erotismo, el deseo, el desencuentro; en un tono irónico que pretende deshacer mitos; veamos éste minicuento, con la estructura del guión :

¡ Al fin¡
Acto I
EL: Te adoro. No hago sino pensar en ti. Mira cómo me pongo al verte. Mi corazón se acelera. Me sonrojo como a los quince. Eres la mujer más maravillosa. Pero no me puedo enamorar. Es horrible. Tengo miedo. No quiero hacer el amor contigo
ELLA: (Llora)
Acto dos
ELLA: No creo en el amor. Todo es mentira. Lo único que importa es el momento, la sensación, el placer. Contigo o con cualquier otro.
EL: Mírame a los ojos. ¿Lo dices en serio?
ELLA: ¡Sí!
EL: Qué emoción, ¡ya podemos acostarnos!
(Carmen Cecilia Suárez, Un vestido rojo para bailar boleros, Arango editores, Bogotá, 1999).

Las semillas del tiempo(1992), de Juan Carlos Botero, es un libro que además de reunir varios de sus denominados epífanos, hace una reflexión acerca del género, basándose en los bocetos de Hemingway, aclarando porqué no son minicuentos, pues se caracterizan por capturar un instante profundamente revelador en la existencia del ser humano.
La única obligación
Cuando ella lo lanzó al abismo diciéndole que la relación había terminado, y que lo único claro que tenía en su mente era que no lo quería volver a ver jamás, quedó como un planeta expulsado de su órbita, girando pero sin rumbo ni centro de gravedad.
No soportó el golpe. De noche lloraba mientras dormía, y lo despertaba el extraño ruido de sus propios sollozos. Duró meses distraído, pensando en ella, arrastrándose por el fango de bares y burdeles, intentando olvidarla, precipitado por un despeñadero sin ni siquiera sospechar que estaba cayendo. Una noche de aguaceros torrenciales, tocó fondo. Afuera tronaba la lluvia y el agua hervía sobre el tejado, cuando de pronto, en el destello de un relámpago, pareció despertar de un sueño atroz: en el relámpago del fogonazo se vio reflejado en el espejo del baño con el rostro barbudo y demacrado, y con la temblorosa cuchilla posada sobre sus expectantes venas azules. Se miró a los ojos, dejó caer la cuchilla, y resquebrajó por completo la represa de su llanto.
Lloró largo y sin pausas, pero a diferencia de las veces anteriores ahora no lloraba por la falta que ella le hacía sino por su fracaso como persona incapaz de sortear un golpe devastador. En ese momento, lo alcanzó como un rayo pero no súbito y fulminante, sino agotado, titubeante en las tinieblas, el oscuro entendimiento de la única obligación:
Reconstruir.
(Juan Carlos Botero, Las semillas del tiempo, Planeta Bogotá, 1992,)

Dentro de los estudios que se han realizado a propósito de las fronteras entre los géneros literarios, encontramos que especialistas como Lauro Zavala señalan la existencia de estrategias de escritura, edición y lectura de series narrativas que relativizan las fronteras entre la unidad textual y la diversidad genérica. Es así, que se puede hablar de series de cuentos integrados, novela fragmentada, minificciones integradas, ciclos de minificción y cuentos dispersos.

Nicolás Suescún, publicó en 1994, Los cuadernos de N, una antinovela o novela sin forma: minicuentos, anécdotas, confesiones, sueños, poemitas y aforismos de un solitario posmoderno, dice la contraportada de este libro. En efecto, se trata de una serie de fragmentos escritos por un personaje N, por los cuales desfilan retazos de recuerdos, de reflexiones, situaciones y circunstancias cotidianas narradas en tercera persona, en las cuales ninguno de los personajes tienen nombre, sólo iniciales. No existe la secuencialidad, no hay comienzo ni fin; cualquiera de estos fragmentos tienen autonomía y unidad por sí mismos, son como un mosaico en el que cada pieza tiene como hilo conductor a éste personaje.

Entre otras obras inscritas en ésta modalidad, que rompen los cánones establecidos para el género novela, y que dentro de su carácter fragmentario, se pueden considerar varios minicuentos dentro de su estructura, están las siguientes: El álbum secreto del sagrado corazón, de Rodrigo Parra Sandoval; Fragmentos del amor furtivo, Basura y Recetas culinarias para mujeres tristes, de Héctor Abad Faciolince.

Mujer imaginada(1996), de Rodrigo Argüello, especie de enciclopedia que define los diversos tipos de mujer; según el autor; no es una taxonomía, sino un canto a la imaginación, en cuyos textos es evidente la ironía, la poesía y las referencias intertextuales y aquello que se ha denominado la transcreación. De este mismo autor, el libro Esculpir una idea(1999), contiene una serie de aforismos que lindan con el minicuento.

Cuento de horror
La mujer que amé se ha convertido en fantasma:
yo soy el lugar de las apariciones.
Juan José Arreola
Cuento de hadas
La mujer que amo se me convirtió en hada:
Me hace el amor todas las mañanas.
Cuento policíaco
La mujer que busco me busca desesperada:
Soy el culpable de todos sus crímenes y pecados.
(Rodrigo Argüello, Mujer imaginada, Si editores, Bogotá, 1996, p. 41)

Puede citarse también Luz de fuga, de Guillermo Velásquez (1996), libro compuesto por 150 minicuentos cuya extensión no es mayor de una página, libro signado por la violencia, introyectada no solamente en las historias, la ironía, sino también en el lenguaje. Con estilo efectista y diezmado en la calidad literaria:

La novia impenetrable
En la solemne ceremonia de entrega de armas al nuevo contingente de soldaditos de plomo, el General le hizo entrega de fusil a un recluta y le reveló: “De hoy en adelante ésta es la novia de sus sueños, su amante perfecta, su puta preferida”. El nuevo patriota se sintió orgulloso y feliz, y para colmo de la dicha, esa noche fue obligado a dormir con su concubina mortal entre las piernas. Y a medianoche, en medio de un tormentoso sueño erótico, el muchacho despertó gritando, con el pene ensangrentado de tanto bregar a penetrar el fusil por la culata.
(Guillermo Velásquez, Luz de fuga, Ornitorrinco ediciones, Tunja, 1996 p.39)

La editorial Magisterio de Bogotá, ha publicado en su colección Piedra de sol, varios títulos de libros de minicuentos y minificciones que poco a poco han ido penetrando en el gusto y el reconocimiento de los lectores/as, acostumbrados a la novela. Entre ellos está el libro Viñetas de amor y vida(1999) de Andrés Elias Flórez Brum , una colección de textos muy breves, construidos muchos de ellos con las características del minicuento, el graffiti, el clasificado, la prosa poética, como una manera de experimentación narrativa. Se nota en el trabajo de este escritor el conocimiento del género, los recursos de alusión y parodia , textos llenos de vitalidad y optimismo , necesarios para un país tan agobiado como el nuestro.

Acción
Dicen que Ernest Hemingway entró a l bar.
Miró y vio a Los Asesinos al fondo del salón en torno a la mesa.
Los increpó, los desarmó y los mandó por separado a sus casas.Lo mismo hubiera hecho Gabriel con los hermanos de Ángela Vicario si hubiese entrado een la tienda.
(Andrés Elias Flórez Brum, Viñetas de amor y vida, Magisterio, Bogotá, 1999, p.60)

Dentro de la cantidad de posibilidades que ofrece la minificción debido a su carácter proteico, está la prosa poética, magistralmente elaborada por uno de los grandes maestros en éste género, el mexicano Juan José Arreola. En Colombia, podríamos mencionar a varios poetas que escriben una poesía narrativa; uno de ellos, más conocido como escritor de cuento y ensayo, Pablo Montoya Campuzano, publicó el exquisito libro Viajeros, una serie de breves relatos que reúne a personajes históricos, transhumantes, viajeros que hicieron de la errancia su destino, narradores en primera persona que nos cuentan sus avatares, sus secretos sueños:

Un marino holandés
Mañana nos pondremos en camino hacia una meta inexplorada: hallar la ruta de Catay en medio de océanos de hielo. Veré las casas de Ámsterdam alejarse, y en las olas, rostros, diálogos, olores de otredad se irán uniendo al vuelo de las gaviotas. Es posible que no haya reencuentro, y la noche de ahora, noche del amor que hacemos una y otra vez sin hastiarnos, sea la última. Pero piensa que tus ojos de almendra, el eco de tu cuerpo blanco regará mi memoria en los fríos parajes. Si no vuelvo y algún día el hijo guardado en tu carne me pregunta, dile que aún busco un paso que me traiga, que siempre estaré intentando regresar.
(Pablo Montoya, Viajeros, Universidad de Antioquia, Medellín, 1999, p. 65)

Jaime Fernández Molano, publicó el libro titulado Mis muertes (1999), textos muy breves que oscilan entre la poesía, la narración y el aforismo, con la muerte como tema central.
Dios no está en todas partes
Se cree que un felino fue el único ser existente sobre la faz de la tierra que logró, gracias a sus excepcionales condiciones, de una parte, y al caos divino que imperaba por esos días, de otra, ser creado consecutivamente desde el primero hasta el último día de la creación.
Desde entonces se tejió la historia que cuenta acerca de las siete vidas del gato.
(Jaime Fernández Molano Mis muertes, Entreletras,, Villavicencio, 1999 p.47.)

En 1999, la Alcaldía Mayor de Bogotá, convocó a un concurso nacional de libro de minicuento del cual premiaron a tres escritores: Juan Torres, con Historias para largas vidas, especie de fragmentos, como fotografías de un instante, un álbum que rescata la importancia de la memoria; Rey Carlos Villadiego, con Invenciones y artimañas, historias muy cortas , con la estructura del minicuento, con humor, algunas con finales sorprendentes y otras con finales abiertos; César Jair Ariza, con Las formas del infinito, un libro en el cual el autor hace una historiografía de célebres matemáticos, en cuya narración se pasea la poesía. Estos tres libros se caracterizan porque están muy bien escritos y cada uno de ellos con un estilo muy particular.

Cruentos y adioses (1999) y La mirada sumergida (2001), de Carlos Flaminio Rivera, contienen una serie de cortas narraciones que oscilan entre lo que se ha denominado el micro-relato, el minicuento y la minificción La temática de Carlos Flaminio Rivera, está caracterizada por la creación de atmósferas por las que circulan personajes e historias fantásticas cercanas al horror, el absurdo y lo grotesco marcadas por una buena escritura y recursos intertextuales, dentro de un tono poético. En su segundo libro, La mirada sumergida, Rivera desarrolla una propuesta de ficción historiográfica, a partir de personajes muy conocidos, ironizados y parodiados; historias con finales desconcertantes:

En el silencio que abrazan los candados
Por el agujero que fisgonea en la ventana se ve su ojo mirando a la calle.
Tantos años de vigilia han redondeado los bordes del boquete que su dedo horadó en la tabla y ahora alcanza a ver la esquina por donde se le llevaron el muchacho y voltearon con él.
Entonces ella no estaba tullida ni se veía tan anciana la casa.
A veces saca su dedo por el hueco y les apunta.
(Carlos Flaminio Rivera, Cruentos y adioses. Magisterio, Bogotá, 1999, p. 55).

Los inmortales,(2000), de Carlos Castillo, breves ficciones relacionadas con personajes de vida eterna; por allí flotan, fantasmas y vampiros, historias fantásticas:

Mandato divino
La suave brisa, el canto de los pájaros y las angelicales y sugerentes mujeres que con bondad le recibían, le anunciaron que había arribado al paraíso.Entonces supo que había valido la pena atender las enseñanzas de su Maestro, con modestia, sintió satisfacción por su ejemplar vida terrena y ya se disponía a disfrutar de la felicidad eterna cuando escuchó una potente voz que le decía:
-¡Levántate, Lázaro!
(Carlos Castillo, Los inmortales, Agenda 2005, Tunja, 2000,p.58)

Todo el mundo tiene su fábula, Premio Nacional de Cuento 1998, del Ministerio de Cultura, obra del escritor Humberto Jarrín, es un conjunto de fábulas breves, que no sobrepasan las dos cuartillas, muchas de ellas con la estructura del microcuento, plenas de humor e ironía en las que desfila toda una fauna, recordándonos cuánto de animales tenemos la raza humana, y en la cual cada lector se identifica con uno de ellos. Es quizá la primera vez, que se otorga un premio de esta categoría a una colección de cuentos breves.

Enmarañada esencia
Una Abeja, al filo del colapso, excitada suplica, exige, que le arranquen esas alas, que de una vez por todas sepan que no es lo que los demás piensan, que un ser no es sólo su apariencia, ella sostiene, declara, no ser una Abeja sino una Pulga a quien la Naturaleza con sus a veces enmarañadas tramas le ha jugado una mala pasada, pero que aún así ella responde a ese llamado poderoso y profundo de ser parásita y no una vulgar trabajadora..
(Humberto Jarrín, Todo el mundo tiene su fábula, Ministerio de Cultura, Bogotá,2000. p.15)
En el año 2000, la revista El Malpensante, conocida por su carácter paradójico convocó a un concurso de minicuento denominado El Mínimo Esfuerzo. En dos ocasiones, publicó una selección del concurso y lo que se puede notar es precisamente eso, un mínimo esfuerzo en la calidad literaria, en la invención, carencia de humor o ironía, malos chistes, anécdotas sin mayor elaboración; en ninguno de ellos se nota el trabajo con el lenguaje, la riqueza semántica, el ingenio, el asombro o la sorpresa. Esto es quizá una demostración de la cantidad de producción textual con el rótulo de minicuento sin calidad literaria. Habría que reconocer la participación del escritor Triunfo Arciniegas, conocido por sus trabajos en literatura infantil y minicuento.
En el mismo año, el periódico El Tiempo, convocó a un concurso nacional de cuento breve, no mayor de dos cuartillas de extensión, del cual hubo una recepción de más de seis mil participantes, entre los cuales eligieron a 24 finalistas, cuyos textos fueron publicados en dicho periódico a lo largo del 2001. Los jurados del concurso , después de la lectura de los cuentos seleccionados, expresan que los modelos paradigmáticos del llamado boom de la literatura latinoamericana, quedaron atrás, las influencias de escritores universales es relevante, el realismo mágico y la narrativa de denuncia social ha sido superada definitivamente, el gusto por la literatura fantástica y de ciencia ficción es notorio, así mismo la parodia literaria, la re-creación histórica, el humor y la ironía. También anota Piedad Bonnet, que encontró en los cuentos un gusto exagerado por lo sórdido y lo truculento , la muerte y los diferentes miedos, quizá como marca de la realidad cotidiana que vive el país.

Como se puede notar, en la década de los noventa e inicios del tercer milenio, la producción editorial del minicuento en Colombia, es considerable, comparada con las décadas anteriores. Las tendencias por la brevedad, la prosa poética, la elipsis, la fractalidad, los recursos intertextuales, los libros híbridos, la presencia de los concursos, nos demuestran como lo han dicho en otras instancias, que el minicuento goza de muy buena salud .

Las influencias o huellas, dentro de la escritura del minicuento colombiano, están marcadas por las técnicas y los recursos borgeanos, el infaltable Monterroso, Cortázar, las tonalidades rulfianas y quizá si tuviéramos que hablar de una identidad o una constante en la temática, es indudable, la presencia de una temática apocalíptica, una estética del horror y la muerte, un humor negro frente a las fatalidades del país, pero de igual manera encontramos una vertiente que explora la ironía fina, la sonrisa cómplice, un diálogo entre textos, algunos rasgos posmodernos en la escritura y sobre todo, la presencia de la poesía. También hay que reconocer, y existe en muchos, un facilismo y una superficialidad en la calidad literaria, con la disculpa ingenua de que el género acepta cualquier cosa.

Es sabido que la presencia del estudio del minicuento y minificción en los talleres de escritores, la academia universitaria, la educación secundaria y el común de los lectores, es mínima, y sólo se le mira como una curiosidad pasajera, hay quienes denominan a este tipo de textos literatura de semáforo. Otra curiosidad, respecto de la desinformación sobre éste género literario, que he notado en varias ocasiones, cuando he dirigido talleres sobre minicuento, es que los participantes creen que se trata de cuenticos cortos para niños de pre-escolar, seguramente, por aquello de mini..

Por otra parte, académicos e investigadores, como Fabio Jurado , docente de la Universidad Nacional, han elaborado propuestas para el desarrollo de competencias y desempeños en el lenguaje y la literatura, a partir de textos breves como el minicuento y la poesía , géneros que por su brevedad, su densidad semántica, la carga intertextual y la autosuficiencia narrativa, permiten un acercamiento, una sensibilización y un asombro frente a la literatura por parte de los lectores que se están formando en esta época marcada por la velocidad y el alto impacto.

Para concluir, se puede decir que el futuro del minicuento y la minificción en Colombia es prometedor; esperamos que los poquísimos escritores que cuentan dentro de su obra con dos o más libros de minicuento, publicados, continúen abriendo camino y sorprendiéndonos con textos no solamente buenos, sino bien escritos. Es posible que en algunas décadas se pueda hablar de alguna tradición, en un país como el nuestro que goza de excelentes novelistas y poetas.Bibliografía

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_____La casa ciega y otras ficciones. Cooperativa Editorial Magisterio. Bogotá, 2000.
_____El sabor del tiempo, Colibrí ediciones. Tunja, 2000.
Publicado en la revista Literatura Nº 4 de la Universidad Nacional de Colombia (2002) y en la Revista Nacional de Cultura Nº 321, de Caracas (2002)
Fotografía: Magritte