sábado, 7 de febrero de 2009


El bosque de los espejos (2002)
Fragor de cuerpos
Un as de humanidad
busco en esta partida
pero los reyes, las copas
los caballos, los diamantes
las espadas
caen como plaga en territorio fértil.
¿Qué dios esconde el as para ganar el juego terrible
de la sangre?
La copa de vino se ha derramado
sobre los quesos más blancos
que en la mesa
esperan ansiosos
la mano que los tome,
no el cuchillo
ni la sangre de los ciervos
después de la cacería.
Quién señalará la próxima víctima
destinada a conocer el calor de las armas
fragor de cuerpos que caen
carne blanda de la guerra.
Como estar en un sueño que no termina
o despertar a un sueño más atróz
y saber que la vida aquí
es una hoja en corriente turbulenta.
La rueda de la fortuna ha perdido su eje
los pasajeros como corderos
salidos de la vigilia del insomne sucumben ante el miedo
el tiro de gracia
tiñe de rojo los vellones.
Los hombres se han cubierto el rostro
ojos de incendio
asoman tras la máscara negra
un grito cotidiano puebla las aldeas
la infancia diezmada
la tierra sin sus hijos.
Palomas en desbandada
con los ojos desolados
transitan una ciudad
que ha perdido las llaves
se adivina en su nostalgia
la casa con ventanas
pintadas de horizonte
la tierra que germina
en eclosión de primavera.
Medea jadeante
se arrastra
por los rincones:
entregad el diezmo
a los reyezuelos
de vestidos invisibles.
La vida se ha salido de la órbita
ahora, quizá siempre
el secreto sea en instante:
un beso hondo
el poema vertiginoso
la explosión
los cuerpos destrozados.
La estación del tren
vieja postal
el boleto de partida
se estremece en tu bolsillo
recuerda que el amor
es un pasajero que viaja en subterráneo
y aparece en cualquier portal
para ofrecerte un boleto de llegada.

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