domingo, 8 de febrero de 2009

Fenomenología y símbolo en "Piedra de sol"


FENOMENOLOGÌA Y SÌMBOLO EN “PIEDRA DE SOL” DE OCTAVIO PAZ

Nana Rodríguez Romero

Octavio Paz escribió Piedra de sol a la edad de cuarenta años. Como poeta moderno, heredero del simbolismo y del surrealismo, asume en su poética las características propias de la poesía moderna: la irracionalidad, el símbolo, la metáfora visionaria, los espacios en blanco, la analogía, la ironía, la ambigüedad, las disonancias, la plurisemia.
Este extenso poema que exige ser leído “de un tirón” y no solamente en una lectura, sino muchas lecturas atentas y desde diferentes ángulos, nos muestra en gran parte la fuerza y la complejidad de la poética de Octavio Paz. En su obra La otra voz, al referirse a los poemas extensos expresa: El poema es en su origen, poema épico (…) cada una de sus partes tiene vida propia(…) en el poema largo encontramos no solo la extensión, que es una medida cambiante, sino máxima variedad en la unidad.(1990:12)
Piedra de sol es un poema mayor, construido cuidadosamente con enlaces simultáneos, semejanzas y oposiciones, frases que se confunden con las que le preceden y las que le siguen, como lazos interiores que le dan unidad semántica y estructural. Es un poema asombrosamente dialéctico en sus contradicciones, en la unidad de sus contrarios, en la universalidad y particularidad del macrocosmos y del microcosmos.
Las divisiones o fragmentos de poema corresponden a pausas o momentos de transición entre un nivel y otro. Su ritmo es vertiginoso y cíclico. En su estructura encontramos el monólogo, la narración, la descripción, la síntesis. El narrador habla desde su interioridad, en otras ocasiones, en segunda persona del singular y del plural, el poema en su movimiento avanza, retrocede, da un rodeo y llega siempre.
Ya el epígrafe de Nerval es una introducción y una síntesis de lo que será el poema en su devenir, en la presencia del instante, en la unidad:

La treizième revient…c’est encore la premiére:
Et c’est toujours la seule-ou c’est le seul moment
car es-tu reine, o toi, la premiére ou derniére?
Es tu roi, toi toi le seul pu le demier amant?

(la décima tercera regresa…todavía es la primera;
Y es aún la única o es el único momento
porque tú reina, la primera o la última?
Y tú rey eres el único o el último amante?)


NUCLEOS TEMATICOS
La sujeción del instante
Introducirse en un poema es iniciar un viaje, y en este caso, es un viaje cíclico. El poema es circular, retorna sobre sí. Su eje es la aprehensión del instante. Su núcleo mayor es la fijeza del instante, al decir de Père Gimferrer (1980:33). Podríamos graficar el poema como una especie de vórtice cuyo centro es el instante, por donde circulan el amor, el tiempo, la vida, la muerte, el ser.
La sujeción del instante es el encuentro consigo mismo, con el ser, la autoconciencia que cristaliza en un instante que condensa el pasado, el presente y el futuro en un solo destello, es una búsqueda continua: A la salida de mi mente busco, /busco sin encontrar, busco un instante. Esa búsqueda inherente al acto creativo de escribir, del oficio de poeta, que es otra forma de acercarse al ser: Busco sin encontrar, escribo a solas; la búsqueda de esa conciencia del ser que es la caída en los abismos del tiempo: caigo en el instante, caigo a fondo(…)piso mi sombra en busca de un instante ;la búsqueda en el tiempo concreto, en la concreción del instante de una hora específica: busco una fecha viva como un pájaro/busco el sol de las cinco de la tarde.
El instante es un elemento que encontramos a lo largo de todo el poema en forma de equivalencia, de isotopía, de reiteraciones fónicas y semánticas que nos conduce a la conciencia del momento poético, como lectores y seres humanos, detenidos en el mismo instante de poeta cuando expresa: arde el instante, en la síntesis del tiempo cuando: todos los siglos son un solo instante, como el fluir del ser, la revelación, la conciencia: no hay nada frente a mí, sólo un instante, como si desnudo se contemplara en un espejo llameante.
También el instante está presente en su dialéctica, el instante que es muerte y vida al mismo tiempo:
El instante se abisma y sobrenada
rodeado de muerte, amenazado
por la noche y su lúgubre bostezo, amenazado
por la muerte vivaz y enmascarada
el instante se abisma y se penetra
(…)
el instante traslúcido se cierra
(…)
crece dentro de mí, me ocupa todo.

La revelación de ese instante es plena, pero también no termina nunca de revelarse, así como es el misterio de la vida:

Esta noche me vasta y este instante
que no acaba de abrirse y revelarme
dónde estuve, quién fui, cómo te llamas,
cómo me llamo yo.

El ser humano muere y no acaba de conocerse en su totalidad, puede aprehender sólo instantes; relámpagos de la conciencia:
(…)
las máscaras podridas se derrumban
por un instante inmenso y vislumbramos
nuestra unidad perdida
el desamparo que es ser hombres
la gloria que es ser hombres
y compartir el pan, el sol, la muerte
el olvidado asombro de estar vivos.

Como dice el poeta, cuando el hombre se despoja de sus máscaras y muestra el verdadero rostro, se produce un choque, una iluminación y la inmensidad del instante; fijeza del instante fijada en el poema.

La mujer; el encuentro amoroso
Otro de los tópicos del poema es la presencia de la mujer en el instante amoroso, relacionada con el sol, como una fuente de luz: vientre de luz, roca solar, o¿ piedra de sol? Aquí la presencia femenina es luminosa, es vida, color de día, color de nube, por esa razón la hora centellea y tiene cuerpo /el mundo ya es visible por tu cuerpo.
El cuerpo al cual hace referencia el poema, es el mundo con sus plazas, sus iglesias, es la mujer-mundo, mujer-ciudad: Voy por tu cuerpo como por el mundo/tu vientre es una plaza soleada(…) eres una ciudad que el mar asedia. El erotismo, el deseo hacia la presencia femenina, se personifica en la naturaleza y sus elementos, en los animales, los sueños y los pensamientos:

Como mi pensamiento vas desnuda
voy por tus ojos como por el agua
los tigres beben sueño en esos ojos
el colibrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna
como la nube por tu pensamiento
voy por tu vientre como por los sueños.

Muchos autores han tomado como metáfora el cuerpo de la mujer con la naturaleza y sus elementos, pero Octavio Paz lo hace de una forma reveladora, utiliza imágenes visionarias, alucinantes, irracionales.
Gimferrer, en su ensayo anota que este tipo de poema pertenece a una familia existente ya en la historia de la literatura pero su originalidad lo hace una pieza única por su destreza literaria, su ritmo, su musicalidad: todo el complejo mecanismo interior de Piedra de sol, hecho de permutas, retornos o motivos, interacciones, correspondencias, debe ser visto bajo este ángulo: la unidad esencial del mundo y la unidad de palabra y mundo.(1980:38)
Mujer/agua, mujer/tierra, mujer/fuego, mujer/vida, mujer/muerte, mujer/amor, son algunas de las parejas que encontramos en este núcleo semántico. El poema en su itinerario es dialéctico, así cuando exalta a la mujer en su naturaleza líquida, símbolo de vida, personificada con la lluvia, el agua, con el río y el bosque como espacios virtuales de conocimiento, como un remanso, como un sendero en la montaña; de repente, en el ritmo y en el sentido se produce un salto brusco, pues aquel sendero termina en un abismo por donde se despeña el ser, vuelve a la fijeza del instante, al clímax amoroso, a la caída donde se pierde el cuerpo:

Y a la salida de tu blanca frente
mi sombra despeñada se destroza,
recojo mis fragmentos uno a uno
y prosigo sin cuerpo, busco a tientas.

Recoger los fragmentos dispersos alude al mito de Osiris, a la pérdida de la unidad del ser, entonces sigue buscando su cuerpo en los recuerdos, búsqueda del instante perdido en la memoria, cuando evoca a las muchachas que salían del colegio a las cinco de la tarde, esa muchacha dialéctica que es tigre color de luz, pardo venado; el verdugo y la víctima en un solo ser, con todos los rostros y ninguno: Te pareces al árbol y a la nube/eres todos los pájaros y un astro; pero en contraste, también es la crueldad: te pareces al filo de la espada/ y a la copa del verdugo. Es el ser que rompe y disocia: yedra que envuelve y desarraiga /al alma y la divide de sí misma, esta yedra que envuelve y desarraiga es la misma mujer-ciudad del comienzo del poema: una muralla que la luz divide / en dos mitades.
Octavio Paz al buscar la identidad femenina nombra a Melusina, el ser mítico medieval, condenada a volverse serpiente de la cintura para abajo todos los sábados; expulsada del castillo al conocerse su secreto, regresa para gritar los males que aquejarán al castillo. Por este motivo la llama reina de serpientes:

Yo vi tu atroz escama ,
Melusina, brillar verdosa al alba,
dormías enroscada entre las sábanas.

En este poema, la mujer tiene un doble carácter: es solar y es lunar. Es la doble cara de una misma moneda con su oscuridad y su luminosidad, con el Ying y el Yang de las filosofías orientales, como el eros y el tánatos inmanentes en todo ser humano.
La otra entidad femenina a la cual se refiere el poema “Piedra de sol” en su trasegar delirante, es Perséfone, diosa de la tierra y de la primavera, diosa de las cosechas y de la vida: Flor de resurrección, uva de vida (…) Testamento del sol, granada, espiga; y a la vez en su contradicción: pastora de los valles submarinos/ y guardiana del valle de los muertos/enredadera, planta venenosa.
Al interior del poema se suceden transformaciones, así como en el devenir del tiempo del hombre en el mundo; la mujer que antes fuera agua, vida, río, se convierte en piedra, en oquedad, es la antítesis del erotismo:

Ardo sin consumirme, busco el agua
y en tus ojos no hay agua, son de piedra,
y tus pechos, tu vientre, tus caderas
son de piedra, tu boca sabe a polvo,
tu boca sabe a tiempo emponzoñado,
tu cuerpo sabe a pozo sin salida.

En el continuo vaivén del poema, la voz poética regresa a su punto de partida para continuar su búsqueda: la mujer arquetipo, primigenia, mítica:

Vuelvo a donde empecé, busco tu rostro
camino por las calles de mí mismo
bajo un sol sin edad, y tú a mi lado
caminas como un árbol, como un río
caminas y me hablas como un río.
El amor
La dualidad, la síntesis de la pareja hombre/mujer en diferentes circunstancias, es otro de los elementos vertebrales en “Piedra de sol”. Cuando la pareja se fusiona, encarna el instante, la conciencia amorosa se hace revelación: El mundo es ya visible por tu cuerpo / es transparente por tu transparencia.
En otro de los fragmentos del poema, al nombrar la guerra del 37 en España, en medio del horror ante la destrucción y la muerte, una pareja hace el amor bajo el bombardeo; en ese instante supremo del climax amoroso, el hombre recupera su libertad en breves instantes, que en su fijeza, son eternos:

Los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz y recobrarnos.

En el instante amoroso se derrota la división del ser respecto de sí mismo, en ese momento el ser resplandece en su totalidad, se recobra la primigenia condición humana, el mito del andrógino, el retorno al paraíso: verdad de dos en un solo cuerpo y alma / oh ser total. A propósito de este tema, recordemos el trabajo que al respecto desarrolla el autor en su libro La llama doble, en uno de sus apartes dice: El encuentro erótico comienza con la división del cuerpo deseado: Vestido o desnudo, el cuerpo es una presencia: una forma que, por un instante, es todas las formas del mundo(…) El cuerpo de mi pareja deja de ser una forma y se convierte en una substancia informe e inmensa en la que, al mismo tiempo, me pierdo y me recobro. (…) A medida que la sensación se hace más intensa, el cuerpo que abrazamos se hace más y más inmenso: sensación de infinito: perdemos cuerpo en ese cuerpo.(1993:205)
Es tan subversivo el acto del amor que el mundo nace cuando dos se besan porque amar es combatir / encarnan los deseos / el pensamiento encarna, brotan alas / en las espaldas del esclavo; el reino de la libertad se expande: dejar de ser fantasmas con un número / a perpetua cadena condenado / por un amo sin rostro.
Siguiendo con la unidad dialéctica del poema, después de exaltar el encuentro amoroso, un chorro de agua helada cae sobre el lector, aparece el anverso del amor, la tragedia del amor cegado por la sociedad, por las leyes, las convenciones sociales de todas las épocas; es la historia de las parejas trágicas en Romeo y Julieta, Ofelia y Hamlet, Abelardo y Eloísa:

“Dèjame ser tu puta” son palabras
de Eloísa, más él cedió a las leyes,
la tomó por esposa y como premio
lo castraron después.

Ante esta dolorosa realidad, surge la blasfemia del poeta:

Mejor el crimen,
los amantes suicidas, el incesto
de los hermanos como dos espejos
enamorados de su semejanza.
(…)
mejor comer el pan envenenado,
el adulterio en lechos de ceniza,
los amores feroces, el delirio
(…)
mejor ser lapidado
en las plazas, que dar vuelta a la noria
que exprime la sustancia de la vida.

O la actitud mística, la conciencia del ser que se contempla en la nada, en la santidad de las filosofías orientales:

Mejor la castidad (…)
lo que llamamos Dios, el ser sin nombre
se contempla en la nada, el ser sin rostro
emerge de sí mismo.

De nuevo volvemos al punto inicial del poema, la búsqueda de la plenitud en el instante amoroso, esta vez en tercera persona del plural, en una pareja que puede ser cualquier pareja anónima, cada hombre y cada mujer como seres concretos : si dos vertiginosos y enlazados, / caen sobre la yerba / rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma, / perdemos nuestros nombres y flotamos…

El tiempo
En “Piedra de sol” el tiempo se detiene en el instante; se despliega, vuelve en el recuerdo y la memoria; el tiempo se hace testigo, castiga, se hace historia, se concreta:
La hora centellea y tiene cuerpo, el tiempo se detiene en el recuerdo: corredores sin fin de la memoria (…) rostro desvanecido al recordarlo, el tiempo se concreta en el instante preciso: busco el sol de las cinco de la tarde o en : Madrid, 1937.
También se encuentra el tiempo congelado en el instante, en la memoria de aquellas muchachas que salían del colegio. La magnitud del tiempo condensada en el instante: todos los siglos son un solo instante. El tiempo inmenso, quieto en el ser del poeta, que desnudo, sorprendido por el instante poético de una noche que ha sido levantada letra a letra / mientras afuera el tiempo se desboca. También la crueldad del paso del tiempo que se hace conciencia en el pasado, en la nostalgia. El tiempo que humilla el cuerpo y el espíritu:

Y mi sangre camina más despacio
y mis dientes se aflojan y mis ojos
se nublan y los días y los años
sus horrores vacíos acumulan.

Conciencia del tiempo perdido, del tiempo que no regresa; encuentro del presente, el pasado y el futuro juntos, evidencia de la transitoriedad del hombre y la mujer por este mundo:
Oh vida por vivir y no vivida
tiempo que vuelve en una marejada
y se retira sin volver el rostro,
lo que pasó no fue pero está siendo.

El tiempo que deja una larga herida, un presente sin ventanas, un pensamiento, que como la estructura del poema vuelve, se repite, se refleja como un pasadizo de espejos que siempre vuelve al punto de partida.
Tiempo reducido por los manipuladores de la vida, los que exprimen la sustancia de la vida, en otras instancias literarias, “los hombres grises” de Michel Ende que le roban el tiempo a las personas:

Cambia la eternidad en horas huecas,
los miembros en cárceles, el tiempo
en momentos de cobre y mierda abstracta.

La memoria como sumatoria de circunstancias, sitios, personas, que no se sabe sin son sueño o son realidad pues el tiempo las ha hecho opacas, por esta razón la voz poética se pregunta a manera de monólogo: ¡ Hacía planes para el verano en Christopher Street? / ¿vimos caer la tarde en el arrecife? / ¡Comimos uvas en Bidart?/ ¿o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?
Luego de esta indagación, de estas preguntas fragmentarias, verosímilmente genuinas de la biografía del poeta (1980:47), después de una enumeración delirante de cuartos, calles, nombres, desemboca en el instante preciso de los amantes que se desnudan y se besan en medio de la guerra. De nuevo asistimos a la búsqueda del instante amoroso que le da sentido a la existencia:

Porque las desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y son vulnerables,
nada las toca, vuelven al principio,
no hay ni tú, ni yo, mañana, ayer ni nombres.

Esas desnudeces del ser se han hecho intemporales, el instante del amor se cierra en sí mismo y es uno con la totalidad.
Al seguir su divagar por los cuartos de la memoria, cuartos cerrados como habitaciones del ser en libertad, con puertas que dan al mar, y si el tiempo las asedia es en vano, porque allí dentro – en el instante – ya no hay tiempo, sólo espacio, todo se transfigura y es sagrado / es el centro del mundo cada cuarto.
El tiempo se ha detenido y el ser se hunde en la conciencia del absoluto: tiempo total donde no pasa nada / sino su propio transcurrir dichoso, pero el tiempo histórico formula sus preguntas: ¿no pasa nada, sólo un parpadeo?
Aquí se indaga por el sentido de la vida a través de la historia y las respuestas son terribles. El sin número de muertes oprobiosas encubiertas por el velo oscuro del poder, de las ideologías, la muerte de seres míticos e históricos, la muerte de cualquier solitario anónimo en nuestras ciudades. Abel, Agamenón, Sócrates, Moctezuma, Robespierre, Tròtsky, Madero, Churruca; personajes de la historia, evidencia de la lucha eterna entre la víctima y el verdugo por ésto, ante tanta maldad, el poeta expresa que sólo el fuego purifica la naturaleza: todo se quema el universo es llama / arde la misma nada que no es nada / (…) no hay verdugo ni víctima .
¿Pero los gritos dolorosos de los hombres no son nada? El grito de un poeta como León Felipe no vale nada?¿No pasa nada cuando pasa el tiempo?/ no pasa nada, sólo un parpadeo/ (…) no vuelve atrás el tiempo. Es decir, ¿los actos humanos, anulados en el detenerse del instante, no tienen importancia? Son indiferentes? No vuelve atrás el tiempo / los muertos están fijos en su muerte / y no pueden morirse de otra muerte.

El ser
La presencia del ser en el poema, va y viene entre el ser individual y el ser colectivo, de igual manera asido a la fijeza del instante . La conciencia del ser como una presencia, como un canto súbito, como el instante de luminosidad y transparencia donde se fluye entre las presencias.
Los reflejos y los espejos son dos elementos constantes en el texto poético de Octavio Paz, como objetos que reproducen la identidad: un reflejo me borra, nazco en otro.
Al comienzo de este análisis se alude a la imagen del calidoscopio, como un juego de espejos o de transparencias que se diluyen en otros, en ese continuo fluir del ser y la conciencia.
El algunos de sus ensayos Octavio Paz se refiere a “la caída” como el volver al ser, el retornar sobre sí mismos, el caer en las profundidades de los abismos del ser, a la conciencia del tiempo relacionadas estas dos categorías de Heidegger como “el ser siendo en el tiempo” y también a la intemporalidad del instante fijo:

…cae el dia, cae el año
caigo con el instante, caigo a fondo.
caigo sin fin desde mi nacimiento,
caigo en mí mismo sin tocar mi fondo.

En los versos anteriores se puede intuir la angustia ontológica que produce la búsqueda del ser, la búsqueda del instante, el choque entre ser y tiempo, el ser en el mundo solitario y perdido que camina sobre espejos, mirando su propia imagen escindida, busca un tiempo indefinido, el instante intemporal de la muchacha que sale del colegio, de la pareja que cae vertiginosamente en las honduras del amor, pero que después deja de ser individual para tornarse en colectiva: todos los nombres son un solo nombre / todos los rostros son un solo rostro / tienes todos los rostros y ninguno.
El carácter dialéctico del poema, se evidencia también en el devenir del ser, que en un instante son todos y ninguno, es el individuo y la humanidad, es la plenitud o unidad y luego la ruptura y confusión del ser, por esto Melusina – nombrada por el poeta -al despertar grita aterrada al conocer la escisión de su ser: mitad mujer, mitad serpiente.
El tiempo al pasar, moldea la conciencia del ser, el hombre envejecido del poema, con unas fotos en las manos – que puede ser el mismo tiempo entre las manos – dice: Y al cabo de los siglos me descubro / con tos y mala vista, barajando / viejas fotos. Barajando el tiempo, jugando al azar con ese tiempo, quizá apostando la vida. Pero en esta circunstancia, la conciencia del ser, la identidad es tan clara, tan terrible, que el hombre se enfrenta al horror de la nada, a la muerte, al no-ser:

No hay nadie, no eres nadie,
un montón de ceniza (…)
un pellejo colgado de unos huesos,
un racimo ya seco, un hoyo negro…

El hoyo negro simboliza el abismo donde cae el ser para encontrarse con un par de ojos, la mirada de una niña, la mirada de la infancia, de los orígenes del ser ahogado hace mil años, es la mirada de la niña-madre-vieja que mira desde el fondo de la vida, o ¿son las trampas de la muerte?
El cuarto al cual se refiere Octavio Paz en su poema es el símbolo de la interioridad, es el sitio de la casa – el ser – más íntimo. El cuarto es el estadio en que se encuentra el ser-en-en-el-mundo. Por eso en el poema son cuartos a la deriva, llevados por el azar de una ciudad-mundo que se hunde: cuartos con ventana a otros cuartos, como laberintos sin salida, o el cuarto claro, con la luz de la conciencia que es visitado por las ramas de la vida. El otro cuarto, afuera siempre llueve, como el refugio, la concha protectora, la matríz; cuartos que son navíos, espacios de movimiento y libertad, cuartos que son trampas, celdas, cavernas encantadas, el ser atrapado por el tiempo, por la existencia misma, pero estos mismos cuartos se transfiguran, vuelan, dan al mar, a la luz, a la plenitud, y a la vez se cierran como conchas para proteger su derecho, su libertad conquistada, su intemporalidad ganada en muchas batallas contra el tiempo, por esto: el tiempo inútilmente los asedia / no hay tiempo ya, ni muro: espacio, espacio. Espacio como cosmos y el cuarto como centro del mundo, y en ellos, el ser.
Atrapados en la existencia, el ser-en-el-mundo, sometido a la contingencia se dice: bien mirado, no somos, nunca somos / a solas sino vértigo y vacío. A solas con nosotros mismos, aislados de los otros, vértigo de la caída en el abismo y vacío de la soledad y la intemporalidad muecas en el espejo, horror y vómito que agobian a Roquentin en “La náusea” de Sartre. Pero por el amor colectivo, por el-ser-con-otro, aquello que Octavio Paz llamara la otredad, lo que nos libera del vértigo de espejeos y reflejos, el ser también se afirma, reúne sus pedazos, encarna, se hace consciente colectivo, pues todos somos la vida . La conciencia de la otredad, de la posibilidad de ser-con-el-otro, con los otros. Este juego ontológico de palabras y significados en el poema nos da la otra dimensión del ser que se busca y se contempla no ya en su propia imagen como Narciso, sino en los otros, el ser que es individual, que es pareja o andrógino en el acto amoroso, el ser que es todos, aquellos que me dan plena existencia y a la vez no son si yo no existo. Al invocar al ser femenino representado por Eloísa, Perséfone, María, le pide que muestre su rostro para reconocerse en él, en el otro, es el rostro del ser concreto y cotidiano, el rostro del panadero, el rostro de Juan, el rostro de los seres en general, el rostro del sol, de la nube, del arroyo.
Después de la caída, de no tocar fondo, la voz del poeta pide a la señora de la noche, torre de claridad, reina del alba, es decir, a la claridad del ser que reúne la vida y la muerte, que recoja sus cenizas- otra vez presente el mito de Osiris desperdigado por toda la tierra – su unidad perdida, y sólo el amor de Isis, podrá recoger sus huesos divididos- revivir su ser, le pide sopla sobre mi ser, en otras palabras, dame hálito de vida, o entiérrame en tierra, en tu silencio, para encarar el horror del abismo, del tiempo. Por eso pide un nacimiento o un morirse de otra muerte. Pide amanecer, invoca a la puerta del ser que es la otredad, el instante amoroso, la comunión, la unidad del mundo con todos sus seres como vasos comunicantes, el instante donde se comunica y trasfigura, / el reino de pronombres enlazados.
Pide a la puerta del ser labrarse un rostro para disolverse en él, para trascender, ir más allá… y no puede: durmió sueños de piedra y al cabo de los años despertó para oir su sangre encarcelada, y en ese momento de luz las murallas cedieron, entró el sol para iluminar la piedra (al hombre), es aquí donde cobra pleno sentido el nombre del poema: Piedra de sol, piedra iluminada por el sol, por la luz del ser que abre los párpados pegados, por el sueño de una piedra que no sueña, “el-ser-ahí, anquilosado, maniatado, ciego:

Desprendía mi ser de mi envoltura
me arrancaba de mí, me separaba
y su magia de espejos revivía:
un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado, más danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre.

Y así como el poema retorna al comienzo, girando sobre su eje, así el ser humano vuelve a los orígenes del ser, de la vida, del agua, al caminar del río de Heráclito que es la existencia, que va y vuelve, retrocede, avanza, se detiene pero llega siempre. Así como el poema nos ha fijado en el instante, de la misma forma, regresa a ese fluir de la temporalidad que es la vida, por eso el último verso no se cierra, no tiene punto final.
Piedra y sol, la piedra como símbolo del ser, de la cohesión y conformidad consigo mismo y el sol como fuente de luz y calor, principio activo de la espiritualidad, la conjunción del ser con el cosmos, nos representan la unidad de “Piedra de sol” .
En síntesis, “Piedra de sol” es la búsqueda del instante donde el ser se hace incandescencia, trasciende, se recobra, para retornar a los orígenes y continuar su itinerario por el mundo con un caminar de río que se curva / avanza, retrocede, da un rodeo y llega siempre.
¿A dónde?, ¿a la unidad del cosmos?, ¿a la muerte? Es el poema del sol que ilumina en el día a la piedra y en la noche el ser de la piedra que duerme, en su devenir circular.

Bibliografía

BACHELARD, Gastón. La poética del espacio. Fondo de cultura económica. Mèxico, 1975.
CIRLOT, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos.
ENDE, Michael. Momo. Alfaguara, Argentina, 1988.
GIMFERRER, Pierre. Lecturas de Octavio Paz. Anagrama, Barcelona, 1980
HEIDEGGER, Martín. El ser y el tiempo. Fondo de cultura económica. México, 1983.
PAZ, Octavio. Antología poética. Barcelona. Círculo de lectores, 1985
____ Corriente alterna. Siglo XXI Editores, México, 1977
____ La otra voz . Seix Barral. Caracas, 1990.
____ La llama doble. Seix Barral. Mèxico, 1993.





No hay comentarios:

Publicar un comentario